Al ser un viaje de unas 7 horas y con unos 5 transbordos, decidimos tomarnos todo el fin de semana para visitarlo. Salimos el sábado por el mediodía con intención de llegar a Füssen por la noche y dormir allí para la mañana siguiente subir al castillo con las pilas cargadas. Para los que no lo sepáis, Füssen es un pueblo pequeñísimo pero también el más cercano al castillo de Neuschwanstein y es de ahí de donde salen los autobuses que te acercan al castillo.
Con el Schönes Wochenende Ticket en mano, cogimos el primero de los trenes con cuidado de no coger un europeo (juro que no nos volverán a multar en lo que me queda de estancia en Alemania, como nos pasó en nuestra visita al mercado de chocolate de Tübingen), ya que este billete te permite viajar por toda Alemania, pero solamente en trenes regionales, por eso tuvimos que hacer tantos transbordos.
Las 7 horas del viaje pasaron mucho más rápido de lo que nos imaginamos, sobre todo para Alvaro, que es lo que tiene beberse el pálinka casero que te deja tu compañero de piso húngaro la noche anterior de un viaje de tantas horas. Lo siento, Alvaro, era necesario, no me odies por esto.
El transbordo de Stuttgart, el más largo que nos tocaba, tampoco nos hizo sufrir mucho. Aprovechamos para comer algo y mirar algunas tiendas que hay dentro de la estación. En una de ellas incluso encontramos chocolate Wonka, ¡como el de la película Charlie y la Fábrica de Chocolate! Ni sabía que existiera de verdad. ¿Estaría hecho por los Oompa Loompa, habiéndose mezclado en la cascada de chocolate que sale en la película? No estaría mal.
Al final, aunque de noche, llegamos a Füssen. Cristina ya lo tenía todo bajo control y nos guió hasta el hostal donde dormiríamos. Hicimos el check-in y paseamos un poco por el pueblo hasta encontrar un sitio para cenar que para esa hora no había cerrado (esto es Alemania, señores), es decir, el McDonald's, que una vez al año, no hace daño. Fue en ese momento cuando pudimos contemplar la preciosa estampa que nos ofrecía el Altstadt del pequeño pueblo de Füssen por la noche, digna de una foto en grupo.
Con el estómago lleno, intentamos encontrar un mirador por el que se pudiera ver el castillo iluminado de noche, bajo el cielo estrellado que pronosticaba buen tiempo para el día siguiente (en pocas horas comprobamos que nos equivocábamos). Con la emoción de que el día siguiente estaríamos en esa luz que destacaba en la oscuridad, volvimos al hostal, que todo hay que admitirlo, estaba realmente genial. Foto choni.
Hija, ¿te has puesto el pijama? Y los dientes, ¿te los has lavado bien? Pues venga, hora de quedarse de charloteo hasta que vayamos cayendo uno por uno, que mañana hay que madrugar. Muy coherente todo.
Aunque muy pronto, así amanecimos por la mañana. ¡¡¡¡NIEVEEEEWWWWRRRR!!!!
Estrenamos el suelo cubierto de nieve y marchamos hacia la estación de tren, que también era por donde salen los autobuses hacia el castillo.
Felices con la nieve.
No tardamos ni 10 minutos en llegar al punto donde comienza la subida al castillo de Neuschwanstein, que desde allí se veía tal que así. Solo pudimos esperar que a medida que la mañana fuese avanzando la niebla que lo cubría se fuera, aunque al mismo tiempo nos hacía muchisima ilusión que nevara.
Llegamos al Ticket Center, como el propio nombre indica, la oficina donde se podían comprar los tickets para entrar a ambos castillos (exacto, además del de Neuschwanstein, también está el castillo de Hohenschwangau, además del Museo de los Reyes Bávaros, los cuales decidimos no visitar por falta de tiempo y por dedicarle todo el tiempo que teníamos a lo que realmente llevábamos queriendo visitar meses). Pero resulta que la oficina estaba cerrada y la abrían en una hora; es lo que tiene levantarse pronto para el primer autobús por si las moscas.
Por tanto, decidimos investigar el lugar, que estaba llena de casas preciosas de estilo bávaro y una sorpresa que os revelaré dentro de unos pocos párrafos. Hablando de casas de esta zona, todas tienen una característica en común que recoge la representación de la siguiente foto: el tejado en punta. Está estratégicamente pensado para las nevadas abundantes que suelen caer en la zona.
Aquí un recopilatorio de las casas más bonitas que vimos, todas de ellas con la fachada decorada con pinturas de colores.
Seguimos andando y andando por la nieve.
Y nos encontramos con ¡un lago congelado! Se trata del lago Alpsee, rodeado por montañas cercanas a los Alpes austríacos y de la que desde el castillo de Neuschwanstein hay unas vistas excelentes. Lo comprobaríamos más tarde. De momento, hasta que nos abrieran la oficina para comprar los tickets de la visita guiada al castillo, nos quedamos admirando lo que veían nuestros ojos.
Y por supuesto, nos sacamos montones de fotos chulas que me encantan y me siguen encantando cada vez que las miro. De hecho, esa semana tuve la visita que llevaba tiempo esperando: Josep. Y nada mejor que una escapada así el primer fin de semana para celebrar su llegada.
He aquí el book oficial de las fotos.
Se nos fue el tiempo de espera con tanto paisaje precioso y tanta foto, así que nos dimos prisa para ponernos en la cola para los tickets. Los compramos, nos hicimos con algo caliente para desayunar por el camino y de paso calentarnos las manos (en ese momento las tenía que ni las sentía) y empezamos a andar. Como siempre, haciendo el tonto.
Y, como no podía ser de otra manera en un lugar tan turístico hasta con frío invernal e infernal, la invasión china nos siguió durante toda la visita.
Por el camino quisimos aprovechar la ocasión de pisar la nieve de los lados.
Y no sé la razón por la que me decidí a abrazar este árbol. ¿Amor a la naturaleza?
Llegamos al primer y único punto de descanso de la subida, donde había un par de restaurantes y bares y unas cuantas tiendas de recuerdos ¡con muchos sombreros! Alvaro se probó un sombrero típico de Baviera, obligado por mí después de que mencionara que al jubilarse se compraría uno así y un bastón.
Probarme este también era obligatorio, con lo que me gustan los animales y con lo que me encantan los husky. Y otras más simplemente por pasar un buen rato, en este caso Carol me acompañó para la foto.
Un vistazo rápido a las tiendas de recuerdos para coger ideas de qué llevar para nuestros familiares y amigos, sin olvidarme de la postal que siempre me compro en cada sitio que voy para ponerla en mi pared, y seguimos caminando hacia el castillo, que ya seempezaba a dejarse ver por detrás.
¡Llegamos a la cima! Estas eran las vistas desde la montaña donde está construido el castillo y además tuvimos la suerte de verlo todo cubierto de una sábana blanca, de espuma, de algodón. Nos quedamos un rato admirando las vistas una vez más.
Y al darnos la vuelta, ¡ahí estaba! El castillo de Neuschwanstein.
Nos acercamos a la plataforma del mirador desde la que se ve el castillo y los turistas se sacan fotos, flotando encima de un acantilado de tantos metros como para que los sintomas del vertigo empiecen a florecer incluso sin tener vertigo.
Y otro book de fotos con vistas al castillo.
Ya teníamos las fotos que llevábamos tiempo esperando. Rapidito porque la visita guiada comenzaba en nada, nos apresuramos a ir subiendo al castillo.
Esto era la entrada.
Una vez dentro.
Desafortunadamente, durante la visita guiada estaba prohibido sacar fotos y, aunque intentamos saltarnos la regla como buenos turistas visitando un interior de castillo que somos, no se pudo disimular lo suficiente para sacar alguna en condiciones, así que os tendréis que fiar de mi capacidad de recopilar información visual, extrapolarla y, como no, recordarla. Por suerte tengo buena memoria visual.
Os cuento. Me quedé bastante decepcionada por la visita guiada. No porque el castillo por dentro no mereciera la pena, sino porque lo poco que nos enseñaron del castillo ni se acercaba a lo que tendríamos que haber visto por lo que pagamos. Fueron 11€ si no recuerdo mal, y nos decidimos por esta visita porque pagar 25€ por la visita completa nos parecía una exageración. Sinceramente, me esperaba que nos enseñaran más del castillo por dentro. Y no solo eso, como estaban organizadas las visitas se aferraban demasiado a la definición de visita guiada: salía un grupo detrás de otro cada 5 minutos, lo que te impedía tener tiempo para observar por ti mismo los detalles que a simple vista ignoras o para mirarlo todo con tranquilidad. Fue una visita que nos dejó con hambre y además, lo poco que comimos, lo hicimos con prisas. Y todos sabemos que comer deprisa no es bueno. Creo que ya me he quedado a gusto.
Muy a su pesar, lo que vimos no me decepcionó en absoluto. Al contrario, me gustó. Creo que Josep me lo resumió muy bien durante la visita: está claro que es un castillo para invierno, un castillo en el que vivir. Arquitecto tenía que ser.
Lo que sigue es más que nada por saber algo del castillo. Al que no le interese puede saltarse esta parte sin que le mire mal por ello, keine Sorgen.
Aprendimos que el castillo fue mandado a construir en 1866 por Luis II de Baviera, también conocido como el "rey loco". En un principio, el castillo parece ser que nació en la imaginación de este rey como una pura fantasía romántica de un castillo medieval idealizado, es por eso que es una composición de torres y muros que pretendía armonizarse con las montañas y los lagos. De hecho, fue una fantasía que se hizo realidad, y no precisamente gracias a un arquitecto, sino que fue un escenógrafo teatral el que se encargó de su diseño fantasioso.
Este rey era fan (hoy en día se diría así, ¿no os parece?) de la ópera de Richard Wagner y su fanatismo le llevó a decorar todas y cada una de las habitaciones del castillo con historias de sus obras. Como ejemplo pondré el dormitorio principal del Rey, cuya pared está decorada con la escena principal de la leyenda de Tristán e Isolda.
Dentro de su locura, y haciendo honor al nombre del castillo (Neuschwanstein sería Nueva Piedra del Cisne en español y lleva ese nombre porque los cisnes abundan en el Lago Alpsee), no hay habitación en cuyas paredes, grabados de muebles, soportales, puertas, picaportes, jarrones... no aparezcan cisnes. Otro fact es que cada milímetro de pared del interior del castillo está decorado, absolutamente todo, con muchos colores, motivos y mucho dorado. Se podría describir como ecléctico.
Diría que lo que más me gustó del castillo fue la Sala Teatral, que tenía un pequeño escenario cuya pared era una escena ambientada en la naturaleza, con muchos tonos verdes y flores veraniegas que harían que el rey desconectara del paisaje nevado de fuera. O puede que la cueva que hace de pasadizo entre una habitación y otra y que además tiene una puerta que da a un pequeño balcón con jardín. Exacto, una especie de cueva dentro del castillo.
Aunque el castillo no se decoró por dentro en su totalidad debido a la temprana muerte del Rey, aún nos quedó bastante por ver, pero lo poco que vimos me dejó con una buena imagen del castillo.
Salimos de aquel mundo de cuento y fantasía y nos encontramos con que ¡estaba nevando!
Bien, estábamos fuera, habíamos visto el castillo; nuestra visita debería de haber acabado en ese momento. Pero nuestro grupo sabía de la existencia de Marienbrücke, un puente al que se llega rodeando la montaña en la que está en castillo y del que, gracias al acantilado que rodea a este monte, se obtiene una panorámica perfecta del castillo. Por coger un ejemplo de foto de postal, he querido poneros una foto veraniega entre tanta nieve. <3 <3 <3 <3 <3
Le preguntamos a la guía cómo se llegaba allí, y nos dijo que en invierno estaba cerrado de una manera que casi nos obligó a saltar la valla que cerraba la entrada al paseo. Nosotros solo la obedecimos. Y ser curiosos por naturaleza también ayudó (la mayoría éramos traductores, ¡qué le haremos!). Vamos allá, pero Leute, con disimulo, ¿de acuerdo? ¡Pero no os pongáis a hacer fotos en frente de la valla, hombre! ¡No gritéis! ¡Venga, alejémonos un poco!
Ya está, ahora es seguro sacar fotos y jugar en la nieve.
Ya he dicho que por este camino se rodea el pico en que está el castillo, así que conseguimos ver la parte de atrás de él.
Donde vivo suele nevar cada año, y lo suele hacer más de una vez y de manera copiosa. Incluso mi hermano y yo hemos llegado a quedarnos sin ir al colegio por la nieve en las carreteras. Y sin ir tantos años atrás, el año pasado se suspendieron las clases en mi facultad durante dos días, también por la nieve en las carreteras y porque los alumnos o los docentes que venían en autobús o coche no podrían asistir a clase (es lo que tiene que el País Vasco sea un área montañosa, que hay que pasar por puertos para llegar a Vitoria y la nieve lo paraliza todo). A pesar de estar acostumbrada, es un fenómeno que me sigue fascinando. De hecho, a todos los que estuvimos allí. Por unas horas nos volvimos niños. Y más Carol, que al ser de Canarias, era la primera vez que veía y tocaba la nieve. Estaba emocionadísima por hacer un muñeco de nieve.
Caminamos un rato hasta encontrar una zona lisa y con mucha nieve para el muñeco que queríamos hacer. Aquí lo tenéis, con las gafas de Josep y todo, 100% profesional. Nos faltó la zanahoria, though.
No nos faltaba mucho para llegar al puente, solo hubo que caminar unos pocos cientos de metros y para cuando nos dimos cuenta ya estábamos de allí (caídas y resbalones en la nieve aparte).
La zona del puente, preciosa. Pero nos llegó otra decepción que ya nos íbamos esperando al ver que no paraba de nevar: las nubes que escondían el castillo se mantenían bajas. Por tanto no pudimos sacarnos ninguna foto bonita con el castillo, los Alpes y el lago al fondo. Schade.
Esperamos un poco por si la suerte nos sonreía, pero se veía que no habría manera y nos dimos por vencidos. Volvimos a bajar por donde habíamos subido mientras veíamos carros de caballos subir y bajar con turistas. Sí, parece ser que también se puede subir y bajar a caballo. Llegamos al punto donde nos dejó el autobús aquella mañana y, claro, la nieve da hambre, así que comimos en un bar que estaba al lado y que por poco provoca un infarto a todos los que estábamos allí.
Pues eso, por babor la basura verde y por estribor la azul, ¿entendido? Este cartel dentro del bar también tenía los suyo...
Erratas y carteles graciosos aparte, me alegro de que eligiéramos este bar para comer, pues Josep tuvo la oportunidad de probar uno de los platos más típicos de Alemania, el currywurst. A mí personalmente no me hace mucha gracia, pero a la gente le suele gustar, así que seré la rara.
Otra cosa que es obligatorio probar cuando se está en Alemania son las tartas. Los alemanes son unos maestros de tartas, tienen de todo tipo y para todos los gustos, de chocolate, de crema, de nata, de frutas, de frutas del bosque, de cítricos, de flores, de queso. La variedad es increíble. Y claro, cuando bajamos a Füssen y vimos una Bäckerei con el escaparate que tenéis en la foto, no nos pudimos resistir.
Josep ya habría probado dos peculiaridades culinarias alemanas, pero sobre todo lo mejor de la comida alemana, ¡una tarta! De hecho, cogimos cada uno un tipo de tarta distinto para ir probando los distintos tipos e ir opinando. Tras el dulce postre, quisimos pasar las pocas horas que nos quedaban hasta coger el tren visitando la Parte Vieja de Füssen, que la noche anterior nos gustó como para eso.
Las casas de múltiples colores, típicas en esta zona de Alemania, nos llamaron especialmente la atención.
Andando por el Altstadt llegamos a la orilla del río Lech, que resulta que es un afluente del Danubio. Pero lo que más nos sorprendió fue el color azul turquesa del agua que fluía en él, seguramente por los minerales que abundan en él.
Ya de vuelta a la estación, dimos nuestra visita a Neuschwanstein y a Füssen por finalizada con un rápido vistazo a la Stadtbibliothek. Por el camino nos íbamos mentalizando cada vez más de que tendríamos que volver a tragarnos otro viaje de 7 horas y 5 transbordos para llegar tarde a Heidelberg, pero afortunadamente encontramos una combinación de trenes que nos vino de perlas y llegamos a casa mucho antes de los esperado para un merecido descanso.
Vale, puede que no hubiera descansado tan pronto como puse los pies en casa, pues el día siguiente tenía mi último examen y tenía que repasar lo estudiado y estudiarme lo poco que me faltaba. De hecho, no me merecía mucho ese descanso, porque me había comprometido a estudiar durante el viaje de vuelta y no lo hice. Pero supe aprovechar el tiempo y ahora que ya me han dado los resultados no me puedo quejar. De hecho, celebro que lo haya aprobado todo en mi primer semestre, y ahora creo que cogeré el segundo con más confianza en mis capacidades de estudiar en otros idiomas, sobre todo con el alemán.
Merecido descanso pues el que estoy teniendo estas vacaciones, que comenzaron el día 8 de febrero y que se alargarán hasta mediados de abril. Pero poco me durará mi tiempo de relax, porque (y este es un important announcement, así que atentos)... ¡NOS VAMOS DE INTERRAIL!
Más detalles, en breve. Hasta entonces.
Auf Wiederschreiben!