Hay que desayunar
como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo. Efectivamente,
en cuanto a los desayunos los alemanes no se quedan cortos. Y los organizadores
de nuestro curso intensivo tampoco, ya que cada día nos concedían un descanso
de media hora entre clase y clase para poder seguir practicando alemán o, en su
defecto, inglés, con nuestros compañeros o amigos que iban a otras clases. Era
una gran oportunidad para ir conociendo a más gente y hacer planes para los
días que venían, la verdad. Y algo que ahora echo de menos.
Aunque lo más interesante
de ese break seguramente era el megadesayuno que os mencionaba al final
del post anterior. No
se puede ni describir, así que mejor os dejo algunas fotos de lo que veíamos tan
pronto como entrabamos al comedor. Yo que vosotros iría a por un cubo, no vaya
a ser que mojéis el suelo con tanta baba. ¿Preparados? Aquí están:
Lo que os decía,
daban ganas de probarlo todo. Esas semanas tuve tiempo de probarlo casi todo y
es que todo, absolutamente todo, estaba riquísimo. Todo era igual de
apetecible. Además, cada día solían poner algo distinto.
Alguna que otra vez
me atreví a preguntar al encargado qué llevaba eso o lo otro, en alemán por
supuesto, y su respuesta siempre incluía “eso está riquísimo”. Pues nada, sería
verdad lo que me decía. Delicioso. Con lo majo que era, le pregunté de qué Bäckerei eran, para acercarme a su
pastelería una vez finalizara el curso. Por si os interesa, son de una
pastelería que se llama Riegler y allí también tienen todo lo que nos solían
traer. Tengo pensado ir algún día.
Aparte de la
comida, también solían traer café y té calentito: se notaba que hacía frío. Los
días de lluvia yo moría de envidia por aquellos que llevaban su taza entre sus
manos, ya que no me gusta ni el uno ni el otro. Menos mal que tenía a mi
compañera Vija que me dejaba tener su taza de té caliente para calentarme las
manos un poco. Vija era mi compañera deja-su-taza-de-té-caliente-a-Lierni-para-que-se-caliente-las-manos
ideal. Te quiero, Vija.
Una vez acabado el
descanso, volvíamos a clase con el propósito de entender los chistes de Frau
Lohmann y poder reír con sinceridad. Fueron unas semanas de lo más entretenidas
y que se volverán a repetir desde el próximo lunes, aunque falte el megadesayuno, ya que he decidido retomar
el curso de alemán por las tardes para seguir mejorando, subiendo en el pódium.
Ya veremos cómo empiezan el curso y las clases en la universidad. Hasta
entonces.
Por último una
escena que me llamó muchísimo la atención un día que salimos de clase. Y es que
esta ciudad no deja de sorprenderme, de enamorarme. En cada rincón al que uno
se asome se encuentra algo, como una plaza llena de figuras de osos panda.
Inevitable, ¡foto!
Auf Wiederschreiben!
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