Como ya mencioné en alguna entrada anterior, estas semanas he tenido mucho que hacer, pues el Sommersemester acaba de empezar y hasta que he conseguido tener un horario fijo (¡por fin!) han tenido que pasar unas cuantas semanas. Ya no me acordaba de lo que era la universidad después de dos meses de vacaciones y de unos cuantos viajes. Pero por suerte soy de esas personas que se adapta a nuevas situaciones con rapidez, así que no me ha costado mucho volver a la rutina, aunque aquel lunes llovía después de un mes entero con temperaturas calificables incluso como veraniegas.
Temperaturas como las que ha tenido mi hermano Aritz en Córcega durante su viaje el pasado fin de semana. Y la ilusión que me ha hecho descubrir que ¡me ha traído un regalo de Córcega! Me muero de ganas por tener a mi nuevo peluche aquí. Espero que llegue pronto. ¡Es tan blandito que me quiero moriiiiiiiiiir!
Precisamente mientras mi hermano estaba de viaje por el Mediterráneo para aprovechar el Puente del 1 de Mayo, por Heidelberg todo el mundo hablaba de un evento llamado Walpurgisnacht. Me picaba la curiosidad así que investigué un poco lo que era y descubrí lo siguiente.
Parece ser que cada año el 30 de
abril, que esta vez fue un miércoles, los habitantes de Heidelberg y alrededores celebran la Noche de Walpurgis o la también llamada Noche de las Brujas. No es una celebración exclusivamente local, sino que se suele celebrar en toda Europa Central y del Norte, y se parece mucho a la Noche de San Juan que se celebra por toda España e Hispanoamérica el 23 de junio (efectivamente, también hay una hoguera). En Heidelberg, el evento suele ser en la cima de Heiligenberg, donde está el anfiteatro de Thingstätte.
Ya había estado allí antes, pero puesto que se trataba de un evento que se celebra una vez al año, por supuesto que quisimos asistir. Sería increíble ver Heidelberg de noche desde una altura considerable, iluminada por las luces de las farolas. Ver a personas disfrazadas de brujas y personajes mitológicos bailando al ritmo de tambores alrededor de la hoguera. Ver el anfiteatro lleno de gente que se traería sus antorchas y linternas. Incluso ver que la gente se haría sus propias fogatas para calentarse. Aquellos malabaristas dando espectáculos de fuego. Merecería la pena, sin duda, así que reclutamos a más y más gente. The more, the merrier, ¿me equivoco?
Pero primero me gustaría dar un salto atrás para enseñaros lo que son el Heiligenberg y el Thingstätte. El salto será al mes de febrero, cuando Josep me vino a visitar desde Terrassa para una semana. Fue la semana del viaje de cuento a Neuschwanstein, os acordáis, ¿verdad?
Ya que me vino a visitar durante tanto tiempo, quise ser una buena anfitriona y una buena guía, y por tanto no me podía quedar sin enseñarle el único monte que tenemos en Heidelberg (já, con lo que le gusta el monte a éste, me mataba): Heiligenberg. Si alguna vez habéis visto una panorámica de la ciudad, os daréis cuenta de que se trata de una ciudad dividida por un río, el Neckar, y con un monte cubierto de árboles en cada extremo. Se trata del que no está en el lado del castillo. Alles klar?
La subida se puede comenzar o bien desde la zona de Brückenstraße o bien desde el Alte Brücke (Puente Viejo). Nosotros escogimos el segundo, que a pesar de ser más corta, es una subida más dura. Pero claro, al bajar desde el otro lado nos esperaría una heladería, así que me pareció mejor empezar fuerte y acabar con un helado. Como veis, a veces pienso. Pues eso. Hey! Ho! Let's go! Al turrón.
Un descansito a medio camino, pues llegamos al primer mirador del paseo. Y es que el paseo que os estoy describiendo está dividido en distintas fases. La primera es el Philosophenweg (Paseo o Camino de los Filósofos). Es un paseo plano a baja altura, pero las vistas de la ciudad ya empiezan a ser preciosas. Este paseo-mirador era frecuentado por los intelectuales de la Universidad de Heidelberg y la gente sigue viniendo a leer, hacer deberes, estudiar, pasear o simplemente leer el periódico cuando sale el sol, y en primavera sus jardines suelen estar llenos de flores de todo tipo de colores.
Pero es a partir del Philosophenweg cuando se empieza a sudar (metafóricamente hablando, vale, que tampoco se trata del Everest). And and oh llegamos al segundo descanso del paseo, oportunidad para volver a ser niños. ¿Es necesario incluir que obviamente nos montamos en esta atracción?
Otro descanso para acercarnos a esta fuente, que era la primera vez que la veía a pesar de haber estado ya unas cuantas veces por allí.
Y el segundo mirador, descanso para volver a admirar las vistas.
Y de paso me busqué un refugio por si nos teníamos que esconder de alguna criatura del bosque o nos perdíamos y teníamos que pasar la noche por allí. No sé si se me ve bien, pero estoy dentro de esa pila de ramas secas xd.
Poco a poco empezamos a ver más verde.
¡Llegamos a la torre! Es un lugar casi en la cima de Heiligenberg (señal de alivio, conocía el sitio y sabía que íbamos bien, uffa) donde antiguamente había un monasterio y solo la torre queda en pie, todo lo demás está en ruinas. Y cuando digo ruinas quiero decir que no hay nada más que la torre, pues una pared de 20cm de altura ni siquiera se puede considerar una ruina.
Subimos a la torre.
¡También estaba la cabaña de Hagrid! OH. SÍ. Vale, en realidad se trataba de un pozo de hielo, Josep me hizo bajar a la tierra.
Como ya he dicho, faltaba muy poco para llegar a la cima, donde está el llamado Thingstätte. Para llegar allí hay que seguir andando un poco más, y justo antes de llegar hay un bar para los excursionistas que no entienden el concepto de "al monte se va a andar y no en coche" o el de "la gracia de prepararte tu propio bocadillo de tortilla y una cantimplora para comer donde me plazca y no me como un plato combinado en una terraza que solo tiene vistas a árboles". Curiosamente nos dimos cuenta de que el logotipo de Frigo en Alemania es Langnese. Komisch hahaha.
Al fin, ¡Thingstätte!
Este es el anfiteatro. Se construyó en la época del nazismo y para ello se basaron en los teatros de la Antigua Grecia, respetando que las gradas obedecieran las reglas de la naturaleza y por tanto armonizaran con la inclinación de la montaña.
Es tan grande que, según el cartel informativo, tiene capacidad para 20.000 personas nada menos.
Fue aquí donde nos sentamos a comer, aunque sin obra que ver. Con el estómago lleno, faltaba otra cosa que le quería enseñar a Josep. Y es que el Heiligenberg no acaba en el anfiteatro, sino que un poco más arriba (y esa sí que es la cima oficial) hay una ruinas (esta vez son ruinas de verdad) de otro monasterio. He aquí el susodicho.
Josep se quedó prisionero en la torre jajajajaja.
Curiosamente en la pared interior de una de las torres hay este dibujo. No sabíamos lo que es, pero a mí me recuerda mucho al Zorro.
A ritmo acelerado volvimos a bajar al Philosophenweg.
Estos son los jardines que os decía al comienzo. Era febrero cuando Josep vino, así que apenas había flores y mucho menos de colores. Pero imaginaos esto cubierto de flores de colores, de tulipanes morados, amarillos, rojos. Precioso.
Y este fue el fin de nuestra excursión por Philosophenweg, Thingstätte y Heiligenberg. Es un paseo de lo más bonito, sobre todo en primavera, así que si alguna vez os acercáis a Heidelberg y os sobra una mañana, ya sabéis qué hacer. Estoy segura de que volveré a subir más de una vez en los 3 meses que me quedan por Alemania (¿solo 3 meses? ¿Tan rápido pasa el tiempo?).
Vale, ¿os acordáis de qué iba este artículo en un principio? ¿Nadie? Entonces os lo tendré que recordar. ¿Os suena el Walpurgisnacht? Estupendo. Como ya he dicho, este evento tiene lugar en el anfiteatro. Pues aquí tenéis el anfiteatro en un día cualquiera:
¡Y aquí lo tenéis en la Noche de Walpurgis!
Desde luego, habiendo visto esta foto en Google no podáamos faltar al evento. Los problemas comenzaron cuando, después de unas cuantas semanas de buen tiempo, aquella empezó con lluvia. Teníamos la esperanza de que para el miércoles mejoraría, pero la mañana del 30 de abril amanecimos con lluvia una vez más. Estuvimos a punto de no subir, pero al ver que mejoraba un poco se decidió que sí que iríamos, que era solo una vez al año y que había que aprovechar que estamos aquí.
Quedamos a eso de las 7 de la tarde al lado del Neckar. Yo me responsabilicé de que nadie pasara hambre y por tanto pasé por el supermercado para comprar gocherías varias como palomitas, muffins, gominolas, marshmallows (para los que nunca han visto una acampada americana, los marshmallow son esos cilindros blancos, dulces y esponjosos que se suelen clavar en un palo y después de calentarlas al fuego por dentro tienen una textura más liquida).
Rezamos durante una hora para que no nos lloviera mientras la gente iba llegando al punto de encuentro y los que ya estábamos allí nos entreteníamos con nuestras cosas y nuestras conversaciones. Una vez todos estaban allí, nos dispusimos a subir. Teníamos una hora de camino y era muy probable que lloviera por el color del cielo, pero nuestro ánimo pudo con eso.
Recuerdo que esto es Alemania, así que para cuando empezamos a subir ya estaba oscureciendo, y estas fueron las primeras vistas que tuvimos de la ciudad al llegar al Philosophenweg.
Una hora caminando en la oscuridad y con el móvil en mano para alumbrar el camino y no tropezar con nada. Menos mal que Peter trajo una linterna y con eso se veía a kilómetros de distancia. ¡Y al fin llegamos al anfiteatro! Cuanto más nos íbamos acercando, se veía a más gente y más luz. Ahí estaba la hoguera, en medio del anfiteatro.
Conquistamos una esquina en las gradas. Ya estábamos allí, no llovía y había un ambiente increíble, mucha gente y música. La verdad es que todos disfrutamos mucho de aquel momento. Hasta nos acercamos al fuego para intentar calentar los marshmallow, pero la hoguera era demasiado grande y decidimos pedir a un grupo de gente a ver si podíamos usar la mini hoguera que habían hecho. Nos dijeron que sí pese a la randomness de la situación. No estaban ricos, estaban lo siguiente, ¡ríctus! Nunca los había probado así.
Todo iba bien y entre risas hasta que comenzó a llover cuando llevábamos allí poco más de una hora. El momento paraguas. Aguantamos un poco más allí, pero la lluvia nos pudo y se decidió que era hora de bajar por mucha rabia que nos diera. Fue un momento de caos absoluto, pues había mucha gente, llovía y todo estaba demasiado oscuro como para poder ver bien. Pero conseguimos llegar abajo sanos y salvos pese a algún que otro incidente.
Estoy segura de que si el tiempo hubiera acompañado hubiera sido una noche genial y para recordar, pero creo que me quedaré con lo positivo, con lo bien que nos lo pasamos hasta que la lluvia lo estropeó todo. Sí, me quedo con eso.
Auf Wiederschreiben!
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