Nos lo recorrimos entero y era imposible no sentirse como una de esas princesas del siglo XVI con vestidos pomposos y peinados artísticos. Las escaleras tampoco evitaban esta sensación.
Todas y cada una de las habitaciones tenían una decoración preciosa en la que no faltaban oro y colores claros y alegres. Segismundo III no se quedaba atrás en cuanto a lujos. Hasta tuvimos la suerte de presenciar un baile con música y animadores vestidos de época. Ejem, esta foto... ¡llevaba un jersey con flecos, estaba obligada a hacerla!
Después de la visita al castillo decidimos volver a algunos puntos en los que habíamos estado el día anterior para verlos con más tranquilidad y sacarnos más fotos. Y por el camino, ¡tarán! Nos encontramos con bailarines vestidos de trajes típicos de cada zona de Polonia. Resulta que había una actuación esa misma tarde y todos se habían reunido en la plaza Zamkowy para enseñar pasos de baile tradicionales a los turistas que se les acercaban, promocionar su región entre los demás polacos o simplemente para dejarse hacer fotos.
Lamentablemente, no pudimos asistir a la actuación porque teníamos planeado hacer otro tour sobre la Varsovia judía. Pero no sin antes coger fuerzas para la caminata que nos esperaba. Así que decidimos comer en un puesto que nos pillaba cerca y tenían algo llamado "metro" que tenía buena pinta. No estaba mal.
Y no podíamos quedarnos sin haber probado un helado varsoviano, bastante distinto y más consistente (claro, es que sino es imposible que aguante con esa forma) que los que acostumbro a comer allá por Donostia-San Sebastián en Semana Grande. Que digo yo, que en Polonia los helados no se derretirán con el frío que hace, ¿oder?
Un caprichito que teníamos y que nos dejó heladas. Una foto decente, y a conocer la Varsovia judía.
El recorrido fue interesante siempre que la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto sean temas de vuestro interés. El guía no tenía el mismo salero que Agnes, pero tampoco me disgustó, las historias que iba contando me gustaron.
En mi viaje a Berlin el verano pasado (saludos a los de Letras) visitamos un campo de concentración llamado Sachsenhausen, en Oranienburg. Es una experiencia que impacta, pero me entró muchísima curiosidad por saber más de lo que pasó durante aquel periodo oscuro de la historia europea. Y, por supuesto, ganas de visitar el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.
Durante el recorrido nos paramos varias veces en los monumentos que se extienden por toda la ciudad. No os puedo explicar cada uno de ellos, pero os contaré la historia de la Varsovia judía por encima.
Cuando los judíos, que en su mayoría eran gente mercandera, empezaron a moverse por Europa, países como España, Portugal o Francia no les permitían quedarse en su territorio, mientras que Alemania o Polonia sí (este último aún no era independiente).
Es por eso que justamente en estos sitios era donde había y sigue habiendo más judíos que en el resto de Europa. Pero con el paso del tiempo la sociedad los empezó a mirar con desprecio por los prejuicios, como que eran más ricos (mientras que en la realidad eran más pobres) o que les quitaban puestos de trabajo a los ciudadanos polacos. Esto desencadenó en la construcción de un gueto en medio de la ciudad, una zona en la que solo vivirían judíos y tendrían su "paraíso cultural". Todo mentira. La verdadera intención de la ciudad era mantenerlos a todos aislados en condiciones pésimas hasta que muriesen por "causas naturales". Construyeron una barrera alrededor del gueto y pusieron controles en las entradas. Nadie podría salir, y todo lo que entraba se racionaba, como la comida. Engañados por las autoridades polacas, algo menos que medio millón de judíos de Varsovia y alrededores fueron "animados" a mudarse al gueto.
Ya cuando los Nazis alemanes llegaron a Varsovia, comenzaron las deportaciones desde el gueto al campo de concentración de Treblinka. Lo que sigue creo que todos lo sabemos. Verdaderamente triste.
Pero para haber sombra también ha de haber sol, y a mí me gusta mirar hacia el sol. Hay un personaje del gueto que personalmente me parece heroico, así que os hablaré de ella. Se llamaba Irena Sendler (acabo de descubrir en mi fase de documentación que nació un día después del día de mi cumpleaños. No en el mismo año, lógicamente, no soy tan vieja a pesar de estar cerca de mis 20 tacos. Pero Maialen se alegrará de saber que se trata de su día de cumpleaños. Realmente komisch). En los años del gueto Irena trabajaba como ayudante de médico. Cruzaba el muro casi cada día para atender a los judíos enfermos, lo cual quiso aprovechar para hacer un acto verdaderamente valiente: pedía a padres judíos llevarse a sus hijos en sus cajas llenas de "medicina" para salvarlos de la Solución Final, que tarde o temprano acabaría llegándoles. Llegó a salvar a 2.500 niños y tiene todo mi respeto y aprecio. Admirable.
Después de una lección de historia, acabamos la tarde cenando un plato tradicional polaco que ES OBLIGATORIO probar si vais: Pierogi. Googleadlo.
La última mañana la pasamos en un parque gigantesco en medio de la ciudad dedicada a Chopin, el compositor polaco que la mayoría de la gente piensa que era francés. Pues no, polaco de padre francés. En su memoria hay bancos en cada lugar significativo de su vida y cada uno de ellos reproduce una de sus composiciones. Como veis en la foto, me gusta saltxear.
Momento culto e inteligente escuchando música de "Xopen" (hay que decirlo con acento francés para sonar culto, dato importante).
Y lo más xalau que he visto en mi vida: ¡una ardilla! El parque estaba lleno de ellas, árbol que mirabas, ardilla que veías. El Parque Lazienkowski.
No os olvidéis de llevar nueces, porque te puedes ir acercando a las ardillas poco a poco con una nuez en la mano y ellas se te van acercando con desconfianza hasta que huelen la nuez y se la llevan de tu mano o la comen directamente. Se nos olvidó comprar nueces, así que cogimos castañas del suelo. Pero la ardilla fue lista y se dio cuenta de que no era una nuez, así que la olió y dijo, "esta me quiere timar, me largo". Esto lo he traducido del libro "Ardi ardi arderen" de Kronk (¿No habéis visto "El emperador y sus locuras"?).
Además de la parte histórica, cultural y gastronómica del viaje, no nos podíamos quedar sin salir por allí algún día y conocer un poco el ambiente nocturno varsoviano. Nos lo pasamos más que bien, no hace falta dar más detalle.
Incluida la ocasión de haber encontrado un pub en el que las chicas tenían barra libre hasta las 3. Gracias a un polaco que, al escucharnos, decidió practicar su español y nos recomendó el sitio. No more details. Más que bien.
Los cuatro días que estuvimos por Varsovia no dieron para mucho más, así que nos quedamos con ganas de perdernos por Cracovia y visitar el campo de concentración Auschwitz-Birkenau, un must en mi lista de sitios que visitar en la vida. Pero tampoco nos privamos de hacernos con los mapas, guías y folletos sobre Cracovia que se podían coger en la oficina de información de Varsovia. Los pondré a buen recaudo para planear mi próximo viaje.
También nos trajimos un recuerdo low cost.
Y no dudéis en contactar conmigo si necesitáis consejo de qué ver y probar en Varsovia.
Gracias a Cristina por cederme algunas fotos del viaje: como dije una vez, no soy la fotógrafa del grupo.
Auf Wiederschreiben!
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