Claro que no lo contaré todo todito todo, hay algunos puntos que es mejor que omita, sea por vuestro bien o por el de las personas implicadas; o porque son insignificantes, más que nada; o porque con todo lo que hemos vivido es necesario hacer una selección de lo que de verdad merece contar para no acabar escribiendo la Biblia; pero casi. Es mucho que contar, pero ese mucho por suerte se puede resumir en una sola palabra que leeréis en mayúsculas, pues ha sido una experiencia mayúscula: INTERRAIL.
Se suele empezar desde el principio, pero creo que empezaré por el final.Y lo haré porque nuestro último destino vino después de una semana de descanso de vuelta en Heidelberg, en nuestra segunda casa. Tras 15 días muy intensos, llegamos de recorrer Europa el día 22 de marzo, tal y como figuraba en nuestros planes iniciales. Pero teniendo en cuenta que el Global Pass era válido hasta el día 29, nos decidimos a añadir una ciudad más a nuestra lista para aprovechar el billete al máximo, para darle un final redondo a nuestro recorrido.
Y comencemos por el final, por ese final tan redondo. El último puerto de nuestro recorrido fue Lindau im Bodensee (más tarde entenderéis el juego de palabras que acabo de hacer). Si digo la verdad, nunca había oído hablar de este lugar hasta que Cristina lo mencionó unas tres o cuatro veces, lo suficiente para que al final se me quedara el nombre. Y creo que después de haber visitado este lugar no se me va a olvidar más.
Lindau im Bodensee es una ciudad peculiar. Está al sur de Alemania, croquetamente (mensaje subliminal para mi madre, que me vienen a visitar este miércoles) en la región de Baviera, en la costa del enorme lago Constanza (Bodensee en alemán). Mejor dicho, está EN el enorme lago Constanza, ya que la parte antigua de la ciudad es una isla conectada a la orilla del lago mediante un viaducto y un puente.
Al ser una isleta tan pequeña, decidimos que un día sería más que suficiente para verla entera y hasta tener un tiempo para aprovechar el sol que ya alumbraba el cielo a las 6:30 de la mañana, cuando me sonó el despertador. Habíamos quedado a eso de las 7:30 en la parada de Studentenwohnheim. Esta vez no fue Maialen la que me esperaba, sino Alvaro, quien ese día pasaría a ser Maialen.
Exacto, aprovechamos el Global Pass de Maialen para que Alvaro pudiera venir con nosotras a Lindau, pues Maialen tenía visita de su tía. Y digo yo que no es muy probable que un revisor alemán sepa si Maialen es un nombre de chico o no. Vamos, que daba el pego. Y lo dio.
Comenzamos el viaje con un tren regional que nos llevaría hasta Mannheim, donde cogeríamos otro que se merecía que lo tratáramos de usted, ¡UN ICE ALEMÁN! - Aclaración, ICE es como se les llama a los trenes de media y larga distancia aquí en Alemania. Transbordo en Ulm y llegó el regional precario que... En fin, más que precario, espartano.
Pero no nos fijemos en el tren, sino en lo que se veía desde la ventana a medida que nos íbamos acercando al lugar; un manto verde sobre el campo, flores de miles de colores por todos lados, casas tradicionales con tejados altos, hileras de montes cubiertos de nieve... ¡quiero llegar ya!
Y es que salir del tren y encontrarse con esto no tiene precio:
Se trata de la entrada al puerto de la ciudad. A la izquierda se encuentra la estatua del León de Baviera, mientras que a la derecha de la entrada destaca el faro, con los montes nevados en segundo plano. Desde luego, la primera impresión fue tal que nos dejó estupefactos con las vistas y decidimos acercarnos más a la orilla. Espectacular, el Bodensee.
Que se note nuestro nivel de alemán al preguntar y... ¡foto en grupo!
El lago era tan grande que las montañas más lejanas se veían difuminadas. Tanto, que está rodeado por Suiza y Austria además de Alemania, marcando las fronteras de estos tres países. Aunque no puedo decirlo con total certeza, estuve investigando un poco y creo que los montes más altos eran parte de los Alpes suizos y austriacos. Awesome.
Una de las varias anécdotas del día fue que, al estar tan cerca de la frontera con Suiza y Austria, a Cristina le dejó de funcionar el teléfono y le llegó un mensaje para advertirle que estaba en el extranjero e informarla de las tarifas en este caso.
Una vez que dedicamos un tiempo a las impresionantes vistas del paseo de la orilla, empezamos a andar en dirección al puerto.
Y durante el paseo dimos con un bunch of people de pie en un corro. Curiosos que somos por naturaleza, decidimos acercarnos para ver qué era lo que captaba la atención de tanta gente y resultaron ser unos cachorros de perro cuyos amos habían sacado a pasear.
Tras varios intentos conseguimos que un cachorro se nos acercara y pude tocarlo. ¡Pero qué cosa más mona!
Challenge accomplished. Hora de seguir caminando por el paseo del puerto. Lindau. Primavera. Flores. Árboles floreciendo. A Cristina le encantan las flores y las plantas. Pues eso, que la siguiente foto tenía que pasar.
Y llegamos a la otra parte del puerto, al paseo que acababa donde estaba la estatua del León de Baviera. Tuvimos las mejores vistas al faro.
He aquí el imponente León de Baviera.
Seguimos caminando y dimos con una tienda de souvenires. Nos acercamos para cumplir con mi costumbre de comprarme una postal en cada sitio que visito y ponerla en la pared de mi habitación. Creo que para cuando acabe el curso tendré más postales que pared. Aunque primero nos entretuvimos con otros artículos.
Mientras yo elegía la postal para adornar mi habitación, Cristina y Alvaro se sentaron a esperar mientras miraban al puerto.
Y mi tardanza les dio de sobra para fijarse en lo clara y limpia que estaba el agua.
Chicos, ya tengo mi postal, ya podemos seguir. Dicho y hecho. Andamos un poco más hasta la otra punta del paseo marítimo y otra vez volvimos a sacar las cámaras para fotografiar aquello. El paisaje se seguía repitiendo, pero era inevitable sacar más y más fotos. No podía ser más perfecto, con cisnes y todo.
Y con este árbol tan bonito en el que se fijó Cris dimos por finalizado nuestro paseo por el puerto y la parte costera y nos dispusimos a caminar en dirección al centro de la ciudad, más concretamente a la calle principal.
Dejadme deciros que se parecía bastante a la Hauptstraße de Heidelberg, aunque personalmente creo que la de Heidelberg tiene más vida, más magia, más ambiente. Pero ésta tampoco nos dejó con mal sabor de boca.
¡Asientos con cojines en plena calle!
Una vez pasada la Hauptstraße, comenzamos a meternos por los callejones de la zona y comprobamos que tenían más encanto que la anterior. Uno de los detalles en que nos fijamos fue que la forma de las puertas era distinta, pues eran en su mayoría arcos de medio punto. Curioso y bonito a la vez.
Y callejeando llegamos al Antiguo Ayuntamiento, un edificio que no podía ser mejor representante del gótico alemán.
El edificio por detrás.
El edificio por delante.
Y en frente del ayuntamiento no podía faltar ¡un Bismarckplatz! He llegado a la conclusión de que cada ciudad alemana tiene su Bismarckplatz, pues he visto que muchos de los sitios que hemos visitado tienen uno, Heidelberg también.
Siguiendo un callejón que sale del Antiguo Ayuntamiento se llega a otra pequeña plaza con una fuente enorme en el medio.
Aunque no fue precisamente la fuente lo primero en lo que nos fijamos a medida que nos acercábamos a dicha plaza, sino en este ejemplar de Jaguar. Se ve que la gente maneja en esta zona de Alemania, aaaachoooo.
Y más callejeo.
Caminando y caminando de una calle para otra llegamos a Marktplatz, rodeada por la iglesia evangélica de San Esteban (St. Stephan), la iglesia católica de Santa María (Stiftskirche Mariä Himmelfahrt) y el Stadtmuseum Lindau, abajo en la foto.
Para culminar nuestra visita caminamos hasta llegar a un edificio que a simple vista parece una granja medieval, pero resulta que es una de las iglesias más antiguas de la zona, construida alrededor del año 1000. La iglesia de San Pedro (Peterskirsche).
En frente de la iglesia destaca una torre de altura considerable llamada Diebsturm, que en español significa la Torre de los Ladrones, pues tras su construcción en 1380 se utilizó como prisión, de ahí que tenga este nombre.
Poco a poco nos fuimos acercando a la estación para coger el tren a casa, pero no sin antes haber echado el último vistazo al puerto. Esta vez sí, ya estábamos listos para decirle adiós a Lindau.
Auf Wiederschreiben!