En un lugar de ensueño...

domingo, 19 de enero de 2014

Feedback de la semana

Dos semanitas desde que volvimos a Heidelberg, y otras dos que nos quedan para que se dé por finalizado el primer semestre. ¡Vaya, cómo pasa el tiempo! Se nota el olor a época de exámenes que trae el viento fresco del Neckar; o es más bien la semana que hemos pasado la que nos ha hecho poner los pies sobre la tierra. Sí, ha sido una semana de esas de que una necesita que el día tenga 30 horas. Pero creo que lo resolvimos bien, y he conseguido estar más libre durante el fin de semana y aprovechar para empezar a estudiar para los exámenes que empiezan la semana que viene (Maialen y yo la hemos bautizado como la semana infernal, visto el panorama de casi un examen por día).

Por suerte, sí que hubo tiempo de prepararle a nuestra Isabella una cena "sorpresa" por su cumpleaños para que lo celebrara a lo grande a pesar de no estar cerca de sus familiares y amigos de siempre. Pero hay que ser optimistas y agarrarse a lo que viene, y, al igual que Heidelberg es ya nuestro segundo hogar, nosotros somos una familia aquí. Me alegro de haber conseguido sacarle una sonrisa a Isabella. Miradla qué feliz, qué mona.

 
 La tropa casi completa.


Además de algún que otro regalito, ¡hubo postre doble! Por una parte, Cris aprovechó la ocasión para hacer su tarta de queso. Por la otra, Álvaro, que es todo un cocinillas, decidió probar una receta del libro de postres con chocolate que le había regalado su amiga invisible Maialen, desinteresadamente, claro. Y la ensalada de Carol, que ella sabe más que de sobra que me encanta.


Además de la de Isa, el martes tocó cumpleaños de Rocío, para la que también preparamos un detallito: una tarta y flores, que nos sorprendimos cuando dijo que nunca en la vida se las habían regalado. Siempre hay una primera vez para todo, y mereció la pena ver lo contenta que se puso.

Planes, planes, planes. Carol nos había hablado de un bar en el que había bolera, billar y futbolín. Así que decidimos probar con una jugada a los bolos. Maialen fue la clara ganadora; todas la odiamos por la paliza que nos dio. Noooooo, que la queremos mucho. Volveremos a por la revancha.


Como ya he dicho, el finde he tenido tiempo, y por eso Maialen y yo decidimos seguir con su lista de "100 películas que ver antes de morir". Ahora, a la edad adulta de 19 años, por fin, podemos estar orgullosas de decir que sí que hemos visto "Forrest Gump". Corre, Forrest, ¡coooorreeee!

Y anoche decidimos juntarnos todos (literalmente, juntos es decir poco para describir cómo cupimos 6 personas en una cama. Nos pegamos, más bien) para ver "La lista de Schindler". Al ser tan larga, creo que me metí a la cama a eso de las 2 de la mañana. A pesar de que la tenía vista de antes, lloré, como siempre hago con este tipo de películas. Con casi todas, mejor dicho.

Hoy, como no podía ser de otra manera en esta residencia del demonio en la que siempre pasa algo, me he encontrado con que no había agua caliente. Genial. Estupendo. Espléndido. Perfecto. Menos mal que Cristina me ha ofrecido ducharme en su casa. Danke! De hecho, pronto volveré a hacerle una visitilla, ya que esta noche hemos quedado con Michael para enseñarle a hacer croquetas de la abuela al muchacho. 

Con la esperanza de que Michael no acabe con la cocina de Cris y que el agua caliente vuelva a la de ya, anuncio que seguramente tendréis que esperar unas dos semanas para que vuelva a seguir contando mis andanzas erasmusiles, puesto que, como ya he dicho, estoy de exámenes. A eso se le suma una visita de 10 días que me llega desde Catalunya, será genial, estoy muy emocionada. Pasad buena quincena, und viel viel Glück a todos con los exámenes.

Auf Wiederschreiben!









domingo, 12 de enero de 2014

Tübingen: la ciudad de chocolate

Llevaba tiempo queriendo escribir esta entrada, pero no me he puesto a ello hasta hoy, que he podido sacar un momento para seguiros contando mis escapadas erasmusiles. Fue el primer fin de semana de diciembre. Ya ha pasado un mes. Pero eso no quita que merezca la pena contarlo, pues fue un día inolvidable, intenso, con sus propias anécdotas y, sobre todo, un día que hay que marcar en el calendario como el día en que una amante del chocolate como yo (tze, en su medida) acabó harta de tanto dulce. Aunque al día siguiente volví a caer.

El día empezó pronto para poder coger un tren que nos llevaría primero a Stuttgart y luego otro para Tübingen, al sur de Stuttgart. Billete comprado y todo en regla y según lo planeado. Excepto que nos metimos en el único tipo de tren en que los billetes grupales que habíamos comprado no valían.

En Alemania el transporte público está genial para viajar en grupo y en fin de semana, hay varias ofertas para que salga más barato, como el Schönes-Wochenende-Ticket, un billete que te permite viajar por toda Alemania durante un fin de semana entero, con tantos viajes como quieras. Pero hay que tener en cuenta que solo valen para los trenes regionales, y no para un europeo que iba a Budapest aunque parara en Stuttgart. Pues ese fue el que cogimos.

Entramos al tren y todo parecía in Ordnung. Los camarotes nos impresionaron, y Katia no pudo evitar emular a Hermione cuando ésta entra en el camarote de Harry y Ron y pregunta: "¿Alguien ha visto un sapo? Un chico llamado Neville lo ha perdido".

La gracia nos duró poco. Vino el revisor, y nos dijo que no podíamos viajar en ese tren con nuestro billete. Nosotras insistimos en que nos habíamos equivocado y que si podríamos bajarnos en la siguiente estación. Pero él, terco como una mula (hijo de una hieeeeeena) nos hizo pagar 30€ a cada una como penalización. Una y no más, aunque agradecimos que una señora alemana nos defendiera.

Llegamos a Tübingen con un poco de dolor en el bolsillo y habiendo maldecido a aquel revisor de toda manera posible.

Primera parada: Epplehaus. Es lo que un vasco llamaría un gaztetxe. Una casa que se utiliza como lugar de encuentro para jóvenes; se organizan actividades, conciertos y fiestas. Nos llamó la atención por las pintadas de las paredes.


Teníamos que ir acercándonos al centro desde la estación, y por el camino nos encontramos con que el río Neckar (que casualmente también pasa por Heidelberg) topa con una bifurcación para luego juntarse otra vez. La zona que queda rodeada por el río, una isleta en medio de la ciudad, se llama Platanenalle. Sí, como lo oís, Platanenalle.


La zona del río es preciosa como podéis observar, igual que las vistas desde el puente que cruza el Neckar.


Al entrar al centro, nos prendamos de los gorros con motivos de animales. No sé si lo habéis visto en alguna otra foto, pero yo ya tengo el mío, que me lo traje de Varsovia (Polonia).


Al entrar en la Parte Vieja me acordé de lo que me había advertido mi compañera de piso alemana el día anterior, ya que había estado estudiando en Tübingen. "Ya verás, mientras que Heidelberg es plano, Tübingen es como una montaña rusa. Las calles van arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo. Y si vais al castillo, solo arriba". Danke sehr, Vera.


¿Por qué Tübingen precisamente ese fin de semana? ¡Chocolate! Cada año, la primera semana de diciembre tiene lugar la feria de chocolate más grande de Alemania, y es en Tübingen. Claramente, no nos lo podíamos perder por nada.

Por este motivo, muchas de las tiendas regalaban pastas y chocolate. Tan pronto como poner un pie en la Parte Vieja, nos dieron una especie de rosquilla cubierta de chocolate. Yummy!


Otra calle hacia arriba.


A puntito de entrar al mundo del chocolate. Ni nos imaginábamos lo que nos esperaba ahí dentro.



Y, ¡empezamos! Solo disfrutad de las fotos mientras se os cae la baba.








Toda la ciudad repleta de puestos de todo tipo de chocolate, incluso africano. Pienso que lo mejor de todo era que si te acercabas a un puesto a mirar, te daban algo de chocolate para probar, así que nos hartamos a dulces sin tener que pagar mucho. Yo solamente compré algún que otro regalo para traerme a casa, como por ejemplo unos alicates de chocolate negro para mi abuelo.

Y no, ninguna acabamos con sobredosis de azúcar, aunque por si las moscas ahí estaba la Cruz Roja alemana. Es una suerte que el número también sea el 112.



Así pintaba el mercado en la plaza de Am Markt. Después de unas horas parándonos cada dos metros para observar las delicias que había, nos dispusimos a dejar el mercado para subir al castillo que mira a la ciudad.



Vamos chicas, ¿un descansito?


Más arriba. ¿Más? Sí, aún más.


¿Otro descanso? Foto Los Serrano.


Y después de subir unos cuantos metros cuesta arriba, al fin llegamos a la entrada del castillo: Schloss Hohentübingen.


Al estar tan arriba, se ve toda la ciudad de Tübingen. Nos tomamos un cuarto de hora para admirar las vistas.



Dentro del castillo también hay unas vistas preciosas.


La explicación de esta foto... Bueno... Em... Nada, no tiene explicación razonable, solo que nos gusta hacer el tonto.


Y adivinad qué encontramos. ¡La caseta de Hagrid!


Aunque se haga llamar castillo, hoy en día se utiliza como parte de la Universidad de Tübingen, principalmente para carreras de Humanidades. Además de jardines con vistas increíbles a la ciudad, cuenta con un patio interior con una estatua de un busto tal que así.


La bajada fue más amena que la subida. Estaba anocheciendo poco a poco y las luces que adornaban las calles empezaron a encenderse.


¡Tintín!


Paseando por el mercado y por las calles escondidas de Tübingen, nos encontramos con una batucada en mitad de la calle, ¡pero de Papás Noel! A ver, hay que admitir que los alemanes son sosos. Sonreían y se movían un poco al ritmo de los tambores, pero un poco más de garbo señores, más marcha. Tuvimos que seguir andando para poder ver más de Tübingen, así que para dar una alegría a los que tocaban, nos fuimos haciendo la conga.


Aaaarrrr!


 





Sabíamos que al hacerse de noche proyectaban luces en los edificios de la plaza principal, así que decidimos quedarnos hasta que anocheciera (lo que vienen a ser las seis de la tarde como muy tarde). Así lucía Kirchgasse de noche.


Para terminar, una frase que vimos pintada en una pared y nos encantó, "These moments will be stories some day" ("Estos momentos serán historias algún día"). Por suerte, la historia del tren no se repitió y tardamos unas dos horas y media en volver, una hora más que al ir, ya que tuvimos que coger la única combinación de regionales que era posible. Llegamos reventadas, pero mereció la pena.


Un brindis (de chocolate caliente a la taza) por este día.



Auf Wiederschreiben!

sábado, 11 de enero de 2014

Heidelberg, Navidad todo el año

Antes de comenzar, frohes neues Jahr! (Y una pregunta que se me viene ahora a la mente, ¿cuándo acaba el plazo oficial para felicitar a alguien por Año Nuevo?).

Ya han pasado unos pocos días desde que volvimos a pisar Heidelberg, que ya se ha convertido en mi segunda casa (si mi ama me permite decirlo). Estas dos semanas en casa han pasado volando, sin apenas darme cuenta, y no han faltado reencuentros, comidas y cenas copiosas, regalos y fiestas con la familia y amigos, que me han hecho recordar que aunque una se pase todo un año fuera, en realidad las cosas no cambian tanto. Puede que la tienda de chuches de siempre se haya movido a otro local donde antes estaba el "todazien", como lo llamábamos, y cuando me apetezcan unas gominolas me sienta desorientada y me digan "Lierni, ¿pero a dónde vas?". "Perdón, es que se me hace raro que ahora Koska esté ahí (señalo su nueva ubicación)".

Pero los míos me han demostrado que no afecta que haya estado tanto tiempo fuera, y me siento realmente afortunada por tenerlos siempre ahí. Otra vez, me he traído una parte de ellos a Heidelberg, y me acompañan en todo lo que hago. Eskerrik asko denoi, badakizue beti nirekin zaudetela.

Al volver a Heidelberg, todo seguía igual que como lo dejamos aquel 18 de diciembre (un viaje que por extrañas circunstancias (sí, es ironía, puesto que Air France nos canceló el vuelo) tardamos un día entero para volver a casa y pasando por Mallorca, ¡Mallorca!). 

¿Todo? ¡No! ¡Faltaba el Weihnachtsmarkt! Aunque ya nos hemos acostumbrado, al principio fue raro ver lo grande que es Universitätsplatz si le quitas el Mercado de Navidad. Lo echaré de menos.

Sin embargo, hoy os quería hablar de un rincón de Heidelberg que mantiene vivo el espíritu navideño durante toooodo el año. Todo se reduce a un local de un edificio que hace esquina entre Universitätsplatz y la Hauptstraße, aunque esta cadena está repartida por toda Alemania: Käthe Wohlfahrt.


Es imposible resistirse a entrar, y no era la primera vez que lo hacíamos. Ni lo será. Aunque esta vez nuestro propósito fue más bien distinto: comprar regalos navideños para la familia y amigos. Challenge accepted.

Una tienda de tres pisos llena de adornos y decoración navideña que solo se puede describir mediante imágenes (a pesar de que esté prohibido sacar fotos, pero nos dio igual, era obligatorio sacarlas). Solo con entrar ya rebosa espíritu navideño: luces everywhere, villancicos, dependientes vestidos de ayudantes de Papá Noel. ¡Y un muñeco gigante! Rápido, que no nos vea la dependienta. Ahora, foto.


Al subir las escaleras del primer piso, una se encuentra con que el árbol de Navidad más grande de la tienda sigue y sigue y sigue hasta tocar las nubes. Es enorme.


Hay adornos y bolas de Navidad para todos los gustos y colores. Me costó muchísimo decidirme por las que acabé comprando, me hubiera quedado con todas.


Haaaaloooo!!!! ¡Sí, aquí, en la ventana! ¿Hola? ¿Eo?


Lo mejor es que todo está organizado por colores. Es increíble.


Pero, ¡qué preciosidad!



Siendo una tienda tan navideña, no podía faltar un Papá Noel. Ahí está.


Y como no podía ser de otra forma, acabé la jornada con las manos y la cara llena de brillantinas por pasarme la mañana tocando bolas de Navidad. Pero acerté con los detalles que me traje a casa (o envié a unos que yo me sé por correo). Cuando vuelva en verano, más y mejor. Pero el que venga a visitarme pisa esta tienda como me llamo Lierni. No se libra. Ni querrá. Challenge accomplished.

¿Ya casi ha pasado una semana desde que volvimos? ¿Ya? Me ha encantado volver a ver a todos mis amigos. Nos esperan grandes aventuras cuando lleguen esos dos meses de vacaciones en febrero y marzo. Hasta entonces, tengo que ponerme seria con los exámenes, que para mí empiezan este lunes. Pero también espero poder sacar tiempo para otras cosas. Como siempre he creído y dicho, es cuestión de organizarse bien. Me autodeseo suerte. Y a todos los que también estáis de exámenes, viel Glück!

Auf Wiederschreiben!