En un lugar de ensueño...

viernes, 27 de junio de 2014

La primavera, la sangre altera y sorpresas trae

No sé si os acordaréis de un artículo que publiqué hace unas tres semanas, pero más que nada iba de promesas que por fin conseguimos cumplir. Pues bien, otra de las promesas que se ha cumplido esta quincena no ha sido mía o nuestra, sino la de mi madre de mandarme una caja con cooosaaas.

Eskerrik asko, ama!

Esperaba que llegara un viernes, pues los viernes no suelo tener clase y es cuando más probable es que esté en casa (gracias por tenerlo en cuenta amatxi, bien pensado). Pero la caja llegó antes de tiempo y fue mi compañera de piso inglesa, Lorna, la que recogió la caja.

Cuando llegué a casa a la tarde, me encontré con esta caja enorme en mi puerta y a Lorna saliendo de la habitación al escuchar mis gritos de emoción, diciéndome que se merecía uno de mis postres por haber tenido que subir dos pisos cargada con unos cuantos kilos.


Lo primero que aprendí al abrir la caja (en presencia de Kerim, que ya había olido la comida que había dentro) fue que nunca se debe mencionar que se echa en falta alguna comida en especial en presencia de una madre, pues un antojo pasajero de unas aceitunas se convertirá en un problema para saber dónde demonios meter tantas latas de aceitunas. Y esto último lo digo tanto en referencia al espacio físico como al temporal, porque tampoco es que me quede mucho tiempo aquí y aún tengo jamón para dar y regalar.

Es por eso que cada vez que mi madre me pregunta si voy comiendo las cosas que me mandó y le digo que sí, que está todo muy rico, tengo que pedirle que por favor no se tome la molestia de mandarme más comida, pues no hay tiempo para comerlo todo. Ulertuta, amatxi?

Aunque sí que hay un par de antojos que para nada me arrepiento de haberlos mencionado, y son las gominolas de la tienda de dulces de mi pueblo, el de toda la vida, y el pastel vasco. OH SÍ.


Lo que más ilusión me hizo fue sin duda alguna el peluche que veis en la imagen. Os la presento. Se llama Anne y es un peluche de un burro que mi hermano Aritz me compró en su viaje a Córcega hace ya como un mes o dos. Me encantó.

Eskerrik asko, Aritz!

El peluche iba acompañado de tres postales de Córcega para mi pared, que se va aumentando poco a poco hasta alcanzar todo el blanco de mi larga pared. En estos momentos se encuentra así, y espero poder hacer unos pocos viajes más para que siga creciendo.


¡Ajám! Veo que os habéis fijado en los cupcakes que tengo en la mesita de noche. Los hice el otro día para un cumpleaños. Por la mañana le pedí a mi compañera de piso alemana, Vera, que por favor me dejara su molde y su batidora en la encimera porque seguramente ella no estaría en casa cuando yo los necesitara. Vera cumplió y al volver de clase por la tarde ahí estaban.


Y aquí empieza la transformación de una magdalena de toda la vida a su versión hipster. Paso 1, cobertura.


Paso 2, frosting, de nata en este caso, y último toque, la guinda.


Paso 3, versión cumpleañera.


Junto con estas fotos he encontrado más de otros dos tartas que hice. El primero fue una de las tartas más queridas por los alemanes, y no es la Schwarzwälder Kirschtorte de la que os hablé, que también es muy querida. Se trata del Apfelstreusel, una tarta rellena de queso y manzana con cobertura crujiente. Me llevaría tiempo, pero parecía bastante fácil, aunque me encontré con la dificultad de tener que comprar algo llamado Schmand. Investigué y llegué a la conclusión de que era una mezcla entre queso fresco tipo Philadelphia y nata, pero con un porcentaje más alto de grasa y por tanto de textura más cremosa. Pero esto no me facilitó la visita al supermercado. Di ochenta vueltas hasta que me decidí a preguntar a una mujer con pinta de "ésta seguro que lo sabe". Pues no, las apariencias engañan. Segundo intento, tampoco. Tercero... et voilà!


Con todo listo, manos a la obra.


Y tras dos horas, aquí tenéis el resultado. Rico no, lo siguiente, es decir, rictus. Ahora entiendo el porqué de considerarlo una de las mejores tartas alemanas. Challenge accomplished.


La segunda tarta que probé a hacer, esta vez con el Máster Chef Álvaro, fue la Sachertorte, la tarta de chocolate más típica de Viena. Es una tarta de chocolate de textura esponjosa, rellena de crema o mermelada de melocotón y con cobertura de chocolate negro  La probamos durante nuestra visita a la ciudad como uno de los destinos del InterRail y decidí que algún día tenía que probar a hacerla en casa.


No es precisamente de las mejores que he probado en mi vida, porque el peligro del chocolate es que se vuelve empalagoso dependiendo del porcentaje del cacao. Por eso decidimos usar cobertura de chocolate con leche. Unas pocas horas en el frigorífico antes de servirlo en la cena y... a todos les encantó. Katia incluso dijo que ésta le gustó más que la de Viena.


A propósito, ahora mismo, mientras escribo esta entrada, me he dado cuenta de que no me llamo Lierni, sino Philipp.


Una de las cosas que más me gustan de Heidelberg es que nunca deja de sorprenderte. Este jueves, por ejemplo, pasaba por Universitätsplatz de camino a mi clase de italiano cuando vi a Fran con dos latas de bebida de cola en la mano. Antes de que yo pudiera mostrar mi curiosidad por aquella imagen con una pregunta, me dijo que estaban regalando latas de bebida de cola ¡gratis! ¡Pero cómo me gusta la palabra gratis! La única pega era que te las daban abiertas para beberlas al momento y Fran no lo sabía cuando pidió dos, así que me dio una lata y me indicó dónde las estaban repartiendo por si me apetecía otra.

Me despedí de él, pues no quería llegar tarde a la clase de Rrrrrroberrrrrrta. Pero no sin antes probar suerte a ver si me daban una lata sin abrir. ¡Y lo conseguí! Me dieron a Philipp.

Hablando de sorpresas y de italiano. Hace dos semanas nos encontramos la plaza de en frente de nuestra facultad completamente colonizada por los únicos habitantes del planeta que tienen el valor de llevar un marca-huevos a una piscina pública alemana y de asegurarse de que el modelo sea amarillo piolín para que te fijes bien y no pase desapercibido. En otras palabras, estaba llena de italianos.


¡Era una feria italiana! Y como tal, había unos cuantos puestos de comida típica de diferentes regiones italianas.

 

¡Mira que nos hizo calor aquel día! Qué razón tiene mi madre cuando dice que cuando en marzo mayea, en mayo marcea. La lluvia y el frío del último mes no dejaron que la primavera llegara el 21 de marzo, sino hace unas escasas dos semanas. ¡Pero ya está aquí! Y todos sabemos que la primavera, la sangre altera.

Un claro ejemplo es este que os contaré ahora. Pasó este mismo lunes. Eran las doce de la noche pasadas y me disponía a volver a casa cuando esperando al autobús en Betriebshof me encontré a Caelon, el vecino medio alemán medio irlandés de Álvaro, ¡sentado en un sofá con un amigo suyo!

A la mañana siguiente nos llegó esta foto de Álvaro. Esto lo explica todo.



El tiempo que llevo yo echando de menos un sofá en el que aposentarme para hablar con mis compañeros de piso, ver una película o simplemente tumbarme a la bartola. ¡Mierda! No, amatxi, no he dicho nada, no echo de menos un sofá, no tienes por qué mandarme uno.

Auf Wiederschreiben!

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