En un lugar de ensueño...

sábado, 30 de noviembre de 2013

Una vuelta por el Heidelberger Weihnachtsmarkt

Casi invierno. Son las 5:30 de la tarde y ya es de noche en Heidelberg. Hace tanto frío en mi habitación que estoy con tres capas de ropa y "enmomiada" en el edredón. Estoy incluso por empezar a calentarme los calcetines con la secadora de pelo. Con lo fácil que es encender la calefacción, diréis. Pues curiosamente (ironía, por si no se había notado mi tono enfadado) no puedo.

No sé qué está pasando esta semana, pero la mayoría de las habitaciones de las nuevas residencias de Im Neuenheimer Feld, la zona en la que vivo en Heidelberg, estamos sin calefacción. Que el Hausmeister me diga que lo van a arreglar cada vez que voy a quejarme. No, Hausmeister, te lo estoy viendo en la cara, no lo vas a hacer. Y además tiene la jeta de decirme que no hace frío cuando por culpa de pasar frío en mi habitación he pillado un trancazo que me tiene retenida aquí durante el fin de semana. ¿Cómo decirlo educadamente? ¡Pues claro que no! ¡¿Cómo vas a tener frío tú teniendo toda esa masa de grasa en la panza, que parece que te has tragado un globo terráqueo?! Pues nada, rellené el papel que me dijo, me contuve y me fui de su oficina. Como el miércoles, que es cuando los de la empresa vienen a arreglarlo, no tenga calefacción, exploto.

Supongo que nada como el calor humano para que este frío no nos pase factura, así que anoche Carol fue nuestra anfitriona para una cena que nos mantuviera cerquita y calentitas en la mesa. ¡Y qué mesa! OH. OH. OH.


La cena de anoche, las conversaciones, las risas, las anécdotas, la comida, el reunirnos alrededor de una mesa. Incluso bendecirla en broma, dándole las gracias a Superman. Sí, lo hicimos. Invierno, frío, nieve, familia, amigos... ¡NAVIDAD! ¡EL MERCADO DE NAVIDAD HA LLEGADO A HEIDELBERG!

En Alemania la Navidad es una de las fiestas más importantes y lo celebran con muchísimo entusiasmo, el país entero rebosa espíritu navideño por cada rincón. Y así, cada pueblo de Alemania acoge durante un mes entero lo llamado Weihnachtsmarkt o Mercado de Navidad.

En Tübingen incluso se hace un Schokoladenweihnachtsmarkt, el festival de chocolate más grande de toda Alemania. Sí, es lo que estáis pensando. Un mercado navideño lleno de chocolate, durante una semana, del 3 al 8 de diciembre. Es nuestro plan para el fin de semana que viene, por si las indirectas no acababan de cuajar.

Pues en Heidelberg tenemos la suerte de tener un mercado realmente precioso, acorde con la propia ciudad. Se inauguró este lunes y estará abierto todos los días hasta vísperas de Navidad. Es toda una tradición. Todas y cada una de las plazas de la ciudad se llenan de decenas de puestos de comida tradicional alemana, dulces, bebidas, recuerdos, adornos navideños, ropa y joyas artesanales y todo lo que se pueda imaginar. Desde luego, es un placer caminar por el mercado. No el día de la inauguración, porque teníamos clase, pero el miércoles no lo dudamos ni un segundo, nos juntamos las pocas que teníamos un poco de tiempo y pasamos la mañana de puesto en puesto.

Y tampoco me voy a enrollar describiendo algo como un Weihnachtsmarkt, porque es necesario verlo para creerlo. Aquí empieza. Así nos encontramos Universitätsplatz.



Sin dudarlo entramos al primero de los puestos. Estaba dedicado a los amantes de las infusiones, el café y el chocolate. Había impensables tipos de café y chocolate. Seguro que cae algo para mi querida cafeinómana. Ya tu sabeh. Magnífico. Ach, os presento mi futura botella de leche que estará en el futuro frigorífico de mi futura casa.


Como decía, de todo en cuanto a infusiones y especias. Nos encontramos hasta sal ¡del Himalaya! Komisch. También caramelos artesanales de varios sabores.



Seguimos descubriendo puestos y nos encontramos con este que hacían belenes entallados en madera. 


Hay muchísimos puestos con adornos navideños. Como éste, en el que venden hadas preciosas y con muchos colores y brillantinas para colgar.


¡Hasta búhos y ranas! De verdad, de todo. Vale que no son muy navideños estos animales, ni las hadas, pero qué gracia hacen. Me tengo que hacer con algunos de estos adornos tan graciosos para regalarlos cuando vuelva a casa por Navidad. He dicho.



Carteles graciosetes que nos simplifican la existencia. Entre el "I kiss better than I cook", "I keep losing weight but it keeps finding me" y "Girlfriends, they're a pain in the cash", me acabé riendo mucho. Me encantan.


Ajá. Dimos con el puesto que tendría el honor de alimentarnos aquel mediodía. En realidad, hay un montón de puestos de comida tradicional alemana, así que tampoco importaba mucho si era el uno u el otro. Pero bueno, que este fue el elegido. ¡Maialen os saluda!


Nadie nos quita la sonrisa, felices con nuestras Bradwurst. Aunque yo hice el fallo de pedirme una Feuerwurst para probar, que resulta que es parecida a la salchicha alemana pero lleva picante y yo no tenía ni idea. Caí al primer mordisco. Gracias a que Cristina me la cambió cual en el colegio, cuando llevabas algo que no te gustaba pero le gustaba a otra persona y os acababais cambiando de hamaiketako.


La comida típica alemana me siguió decepcionando ese día. Probamos uno de los must de la gastronomía tradicional e icono del Heidelberger Weihnachtsmarkt, el Glühwein, que viene a ser vino caliente. Sinceramente, no estaba nada bueno en mi opinión, aunque a la gente le gustó bastante. Es la solución contra el frío de los alemanes.


Me dio pena no poder beberme uno para así poder quedarme con la taza. El día siguiente conseguí la taza al tomarme un chocolate caliente en la feria; sorpresa total, no me esperaba que también dieran la taza con algo que no fuera Glühwein.

Con la tripa llena, prosigamos.


Ésto simplemente porque me acordé de mi padre. Pastas de coco. Le encantan.


En vez de "kalte Getränke" (bebidas frías), puede que mejor llamarlos bebidas del tiempo. Solo una sugerencia. Y me pregunto yo ¿quién se bebe algo frío con este tiempo? Bueno, prosigamos. Puestos y más puestos.




Muff. Se trata de una idea de lo más curiosa para calentarse las manos. Es como un bolso que se cuelga del cuello y se meten las manos en el mochón de pelo, como si tuviesemos el brazo escayolado y nos pusieramos un pañuelo para sujetarlo, el mismo mecanismo. Lo que inventan los alemanes.


Un segundo, un segundo, un segundo... ¡puesto de dulces a la vista!


Con lo baratas que eran, decidimos probar las "tetillas alemanas", que es un dulce blanco de textura cremosa cubierta de chocolate y, en nuestro caso, coco y caramelo. Seguro que no tienen ese nombre, pero me quedo con la invención de Cristina.


Haciendo homenaje al nombre que le puso Cristina al dulce, ¡cara tetilla!


Segundo intento.


Como teníamos la universidad al lado, decidimos entrar para escaparnos del frío polar que hacía en la calle. Unos minutos al lado del radiador y vuelta a chupar frío. Más puestos de Pommes, Creps...





Uno de estos adornos está reservado para mi habitación.


Recorrimos Universitätsplatz de arriba a abajo y ahora tocaban Marktplatz y Karlsplatz (en este último está la pista de hielo, a la que fuimos el jueves y del que hablaré en el próximo artículo).





Encontramos un puesto de jabones, velas aromáticas y ambientadores. Éstas eran para tenerlas en el armario y olían... Por supuesto, ya tengo el mío de cereza. Mi ropa ahora huele a cereza, supongo.



Emocionadas con los llaveros.



FOTACA. Lo bonito que queda el castillo con la feria debajo, en Karlsplatz.




Heidelberger Eisbahn. La pista de hielo que estará abierta todo un mes. Tiene peligro tenerla tan cerca, acabaré yendo más de una vez.



Como veis, el Weihnachtsmarkt es una pasada y me siento privilegiada de poder pasar por él cada día durante este mes que me queda aquí. Ya lo he visto del todo, ya he ido a patinar sobre hielo. Ahora solo me queda ir haciendome con los regalos navideños para mi familia y amigos, que quiero llevaros algo a todos. Algo me dice que la maleta va a ir llena de regalos, libros y apuntes para estudiar y nada más.

Mientras tanto, os dejo a la ¡PALOMA POLAAAAAAAWWWWWWWRRRRRRR! Creo que es la responsable de traer el frío polar a Heidelberg y tener que ir a clase con un vaso de chocolate caliente porque hace -5ºC fuera. La nieve no tardará en llegar. Mejor dicho, espero que la nieve no tarde en llegar.


Auf Wiederschreiben!

domingo, 24 de noviembre de 2013

Croquetas Wochenende: aplicando nuestras dotes culinarias


Antes de comenzar, contemplad y admirad, ¡nuestra obra maestra del día!


Tras haber estado unos tres meses viviendo fuera, dónde y en Alemania, he notado que la nostalgia gastronómica se va haciendo cada vez mayor a medida que pasan los días. De hecho, se acaba echando de menos hasta ese plato de verduras que me ponía mi madre y del que siempre me quejaba. Sí que es verdad que Kaufland es como el bolsillo de Doraemon y por tanto puedes encontrar cualquier cosa que te puedas imaginar, maravillas de la ingeniería alimenticia. Pero no es lo mismo. No puede serlo. No hay nada como lo que hace tu ama.

Por lo general se lleva bien, con mentalizarme de que en Navidad volveré a comer todo lo que echo de menos es suficiente. Todo iba bien. Hasta que vas a Kaufland a hacer la compra, ves un paquete que promete que lo de dentro son croquetas y te das cuenta de que los alemanes no han acabado de entender el concepto de croqueta. ¿¡Desde cuándo son las croquetas patatas rebozadas, por Dios!? Pues nada, tendremos que enseñar a estos alemanes lo que son las croquetas, las de toda la vida, las de la ama o la amona. Amama (Maialen).

Efectivamente, meine Damen und Herren, ésta será una entrada sobre cómo nos las hemos apañado para acabar comiendo unas croquetas de rechupete, un fotoreportaje de lo más actual (más actual no podía ser, ya que ha pasado este mediodía; una entrada fresquísima, que me la quitan de las manos).

Habíamos pasado por Kaufland para hacernos con todos los ingredientes que necesitaríamos para nuestra comilona de hoy. La verdad es que la comida prometía, y mucho: croquetas de jamón (jamón, obsequio de Cristina tras volver de Madrid), torrijas y batido de fresa y limón. Lo único que necesitaba ser preparado con antelación era la masa de las croquetas, así que la hicimos ayer por la Abend y la dejamos reposar toda la noche. La habrás puesto en el frigorífico, ¿verdad, hija? Ama, con el frío que hace aquí la ventana es prácticamente un frigorífico. Pues nada, con la masa lista, nos hemos juntado todas en casa de Cristina para empezar con lo nuestro.

Todo lo necesario para las croquetas en la mesa, y al lío.



Cristina ha decidido echarme una mano (dos, mejor dicho) para rebozar las croquetas. Abajo estamos, con las manos en la masa (nunca mejor dicho).


Y el plato se iba llenando de más y más croquetas. Me hacía mucha ilusión este día, y más aún tras haber pasado tres días estresada preparando una presentación oral que era la nota final de esa asignatura. Tocaba recompensa por esos tres días.


Las croquetas, las torrijas y el batido también han sido la excusa perfecta para hacer uso de la nueva lista de reproducción que Cristina ha hecho en Spotify, perfecta para nuestros Geputztage, llena de clásicos de la talla de Chayanne. Desde luego, nos hemos echado unas risas.
 

Así ha quedado el plato.


¡34 croquetas nos han salido! A freírlas se ha dicho. No todas, claro, que solo éramos cuatro.


Mientras Cristina y yo envolvíamos las croquetas, Maialen e Isabel se han encargado de ir haciendo las torrijas.


Y mientras yo freía las croquetas (aquí no se pierde el tiempo, que había hambre), Cristina ha empezado con su batido de fresa. Suerte que no se le ha olvidado ponerle la tapa a la licuadora, porque eso podría haber pintado toda la cocina de rosa. Pero no, por suerte.


Y así de apetitoso ha quedado. Las fresas mutante de Kaufland han resultado estar buenas.  Hurray!


Y éste ha sido, meine Damen und Herren, el resultado de nuestro domingo.


Una vez más.


Cristina y yo os despedimos con mucha clase. Oh. Porque nosotras lo valemos.


Auf Wiederessen?