En un lugar de ensueño...

viernes, 22 de noviembre de 2013

Strasbourg y Halloween

Ya se está convirtiendo en algo rutinario. Admito no ser muy fan de la rutina - pero si se trata de viajar y descubrir lo que tengo por descubrir, por supuesto que me encanta la rutina. Ya es normal que a medida que se acerque el fin de semana haya que ir pensando en nuestra próxima escapada. Y esto en mi caso particular es relativamente más pronto de lo normal, ya que los jueves no tengo ninguna clase y los viernes apenas tengo una.

Hace unas semanas alguien dijo Strasbourg. Pues nada, acudimos a nuestro gran amigo Meinfernbus y compramos los billetes. Así se nos presentó la ciudad cuando bajamos del autobús, después de un madrugón que mereció la pena y un día lluvioso. ¡Noooo! ¡Lluvia noooo! ¡Hay que hacer fotos bonitas! ¡¿Por qué?!


Así. La primera imagen que vieron nuestros ojos al bajar de aquel bus fue el de las banderas de todos los países que forman la Unión Europea, justo en frente de la Place de la Gare. No sé si lo sabéis, pero Estrasburgo es una ciudad europea en toda regla. No sé qué significaría exactamente ser una ciudad europea, tener un sentimiento europeo, una identidad europea. Pero bueno, quedaba bien decirlo de ese modo. Y lo decía en parte porque es uno de los lugares de reunión del Parlamento Europeo, que, por supuesto visitamos al final del día. Pero en aquel momento Marga y yo nos conformamos con identificar cada bandera y asociarla con el país correspondiente. Un juego de geografía, memoria visual y el aplicar los años de ver hasta las votaciones de Eurovisión, que quieras o no te quedas con los países, capitales y banderas.


Ésta es la estación de la ciudad, Strasbourg Gare Centrale. Curiosamente, es un edificio antiguo cuya fachada está cubierta por una especie de cúpula de cristal. Komisch. Era el punto donde nos dejaba el bus pero también del que partiríamos para volver a la noche, y dejadme deciros que de noche el edificio experimenta un efecto curioso: no se puede distinguir bien si lo que se ve detrás de la cristalera es un edificio que está dentro o si es solamente un reflejo del edificio que estaría delante. Noch einmal, komisch

Entramos a la estación, nos acercamos al punto de información y, teniendo en cuenta que ninguna podía hablar francés, le tocó hablar a Katia, que era la que más papeletas tenía por haber hecho algo de francés en el colegio. Un mapa. Muchos lugares que visitar. Comenzamos con la ruta que marcamos. Primer stop, Place Kleber. ¡Había mercadillo de libros de segunda mano! Schade, alle Bücher waren auf Franzözisch.


Cómics de Astérix y Obélix en versión original.


He aquí la estatua que le da nombre a la plaza. Kleber. No investigué para saber quién fue, pero la estatua quedaba bien en medio de la plaza, rodeada de puestos de libros en francés y varias tiendas. Chicas, ¿acabo de ver lo que acabo de ver? ¿Qué has visto? ¿Es eso un Stradivarius? ¿Un Stradivarius? ¿Dónde? ¡¿Dónde?! (No hay Stradivarius en Alemania). Venga va, entramos, pero solo a mirar. Chicas, ¿acabo de ver lo que acabo de ver? ¿Qué has visto? ¿Es eso un Apple Store? ¿Un Apple Store? ¿Dónde? ¡¿Dónde?! Venga va, entramos, pero solo a mirar.


Mientras la mitad de la crew miraba tiendas, las demás preferimos no prestarles mucha atención y admirar algunos de los edificios que rodeaban la plaza. No faltaban las tiendecitas pequeñas con toldos de rayas, muy francés.


Uno de los edificios más viejos de la ciudad, arriba en la foto. La Maison Kammerzell, del s. XVI.


Más fotos de la plaza.


Chicas, ¿acabo de ver lo que acabo de ver? ¿Qué has visto? ¿Es eso un CO-CHA-ZO? ¿Dónde? ¡¿Dónde?! ¡FOTOOOOWWWRRR! (Es necesario imaginarse esto con la voz de Cristina, inimitable)


Después de un buen rato en aquella plaza, proseguimos con nuestra visita. El siguiente punto fue la Casa Egipcia.


Soy yo, ¿qué esperáis de lo que se me ocurra? Girls, ¿una foto haciendo la postura egipcia? ¡Venga! Total, aquí nadie nos conoce. Sospecho que últimamente estoy tirando demasiado de esa frase.


Por poco nos pilla un coche, gajes de estar sacándose una foto en medio de la carretera. Pero quedó chula la foto. Y original.

Tuvimos que andar un poco para llegar a nuestro siguiente punto en el mapa, y planeamos el recorrido para que el camino pasara por otros edificios y monumentos que estaban bien para ver. Después de una caminata, llegamos a la Plaza de la República. Es una plaza que me pareció más parque que plaza. Hay muchos árboles y está llena de flores, de mucho verde. Muy bien cuidado todo. Necesitamos un buen rato para sacarnos fotos.


El Palacio del Rhin.


Además del palacio, hay otros cuatro edificios oficiales que rodean la plaza, entre ellas la Biblioteca Nacional y Universitaria y el Teatro Nacional de Estrasburgo.


Flores y... ¡un sauce llorón! ¡FOTOOOOWWWRRR!


En medio del plazaparque se encuentra el Monumento a los Caídos. Es una estatua que inmortaliza la imagen de una madre con sus dos hijos en brazos, muertos en la II. Guerra Mundial, uno luchando por Francia y el otro por Alemania. Se levantó en 1936 en memoria de las víctimas de la Guerra.

El memorial, igual que el plazaparque, se encuentra al final de la avenida que va hasta la Cathédrale. Por tanto, se puede ver la torre de la misma desde allí. In fact, era allí donde nos dirigíamos según el trazo que dibujamos sobre el mapa.


Por el camino, un señor que dijo, "pues nada, que soy tan importante que me merezco una fuente de la que parezca que estoy saliendo. Será chupiguay". Y así se hizo, fuente curiosa donde las haya, señores.


También nos paramos en el escaparate de Swatch, ojopláticas, patidifusas por los precios de algunos de sus relojes. 32.000€ valía el más caro, si no recuerdo mal. Y pensar que hay gente que está dispuesta a gastarse ese pastizal en un reloj. Hay de todo por ahí.


Y por fin llegamos a la majestuosa Catedral de Estrasburgo. La fachada era impresionante hasta el punto de decir basta. Daba incluso miedo pensar cómo habían conseguido tal decoración con los medios que tenían en aquella época; y tal altura, puesto que la torre mide 142 metros. Luego descubrí que habían tardado 200 años en acabarla. Normal, pensé. No nos quedamos sin entrar, por supuesto.

Era un punto de lo más turístico, así que aprovechamos que vimos varias tiendas de recuerdos para comprar regalos y, en mi caso, como tengo de costumbre, dos postales para la pared de mi habitación.

Con las manos un poco más llenas, nos despedimos de la catedral. Entonces nos dimos cuenta de que si fijabas la mirada en lo alto del edificio, las nubes que se movían en el cielo hacían una ilusión óptica que hacía que pareciera que la catedral se nos venía encima. Paranoias.


Seguimos caminando y dimos con varias petiterie. Un poco irónico caer en la tentación después de haber visitado una catedral.


Nuestra última parada antes de coger el tranvía hasta el Parlamento Europeo. La imagen que se repite en todas las postales de la ciudad, y seguramente una de las partes con más encanto de Strasbourg: La Petite France o Pequeña Francia. Foto en grupo en el primer puente de los canales, y adelante.


La Venecia francesa.



En tres palabras. PRE-CIO-SO.


Acabamos el recorrido con los Puentes Cubiertos y pa'l Parlamento Europeo. La verdad, fue una pena que anocheciera tan temprano (temprano siendo las 17:30), porque tuvimos que verlo de noche y así tal lugar pierde todo su encanto. Al menos podemos decir que hemos estado ahí. ¿Qué tal una foto sacada de Google para que sepáis cómo es?



El tiempo que estuvimos paseando por los edificios oficiales me venían a la cabeza imágenes tan  cómicas como Merkel llegando a una conferencia en bicicleta por el carril bici que rodeaba el edificio principal. Para algo será el carril, digo yo. Sino no estaría donde está. Aunque la imagen más recurrente fue la mía, entrando a aquel edificio vestida de traje, andando por los pasillos hasta llegar a mi cabina de interpretación para hacer de intérprete de conferencias. OH. OH. OH.

He aquí una escena de un debate europeo con Katia y yo como intérpretes en cabina. En nuestro futuro lugar de trabajo. Ojalá.


Con esta foto despedimos Estrasburgo, prometiéndonos que algún día volveríamos como intérpretes de la ONU. Estaría bien. Más que bien. 

Por ahora nos tendremos que conformar con prepararnos para ello en la universidad, que me ha tenido bastante ocupada últimamente. Así que el día 31 de octubre decidimos desconectar un poco: Halloween. De hecho, nunca había celebrado Halloween y me hacía ilusión ver a la gente disfrazada de zombi, vampiro o lo que fuese. Mis compañeros alemanes me dijeron que en Alemania no es una celebración muy importante, pero que mucha gente, sobre todo estudiantes, lo celebran simplemente porque es una razón más de organizar una gran fiesta.


Hasta bien entrada la tarde no sabíamos si disfrazarnos o no, ya que no nos daría tiempo de preparar un disfraz que verdaderamente diera miedo. Cogimos el primer bus que pillamos para así poder comprar cualquier cosa que podría asemejarse a un disfraz decente, esto dos horas antes de que cerraran las tiendas. Claire's. Orejas de gato. Los gatos negros dan mala suerte, se puede considerar un disfraz diabólico. Ya está, nos disfrazamos de gato. Pasable.

Me lo pasé genial, como siempre, y me quedé impresionada con algunos disfraces que ví, verdaderamente daban miedo. Aunque ahora mismo más miedo me da la traducción de alemán a inglés que tengo pendiente para la semana que viene, así que me pongo a ello para tener menos trabajo el fin de semana.

Auf Wiederschreiben! (Y a traducir se ha dicho)

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