Antes de comenzar, contemplad y admirad, ¡nuestra obra maestra del día!
Tras haber estado unos tres meses viviendo fuera, dónde y en Alemania, he notado que la nostalgia gastronómica se va haciendo cada vez mayor a medida que pasan los días. De hecho, se acaba echando de menos hasta ese plato de verduras que me ponía mi madre y del que siempre me quejaba. Sí que es verdad que Kaufland es como el bolsillo de Doraemon y por tanto puedes encontrar cualquier cosa que te puedas imaginar, maravillas de la ingeniería alimenticia. Pero no es lo mismo. No puede serlo. No hay nada como lo que hace tu ama.
Por lo general se lleva bien, con mentalizarme de que en Navidad volveré a comer todo lo que echo de menos es suficiente. Todo iba bien. Hasta que vas a Kaufland a hacer la compra, ves un paquete que promete que lo de dentro son croquetas y te das cuenta de que los alemanes no han acabado de entender el concepto de croqueta. ¿¡Desde cuándo son las croquetas patatas rebozadas, por Dios!? Pues nada, tendremos que enseñar a estos alemanes lo que son las croquetas, las de toda la vida, las de la ama o la amona. Amama (Maialen).
Efectivamente, meine Damen und Herren, ésta será una entrada sobre cómo nos las hemos apañado para acabar comiendo unas croquetas de rechupete, un fotoreportaje de lo más actual (más actual no podía ser, ya que ha pasado este mediodía; una entrada fresquísima, que me la quitan de las manos).
Habíamos pasado por Kaufland para hacernos con todos los ingredientes que necesitaríamos para nuestra comilona de hoy. La verdad es que la comida prometía, y mucho: croquetas de jamón (jamón, obsequio de Cristina tras volver de Madrid), torrijas y batido de fresa y limón. Lo único que necesitaba ser preparado con antelación era la masa de las croquetas, así que la hicimos ayer por la Abend y la dejamos reposar toda la noche. La habrás puesto en el frigorífico, ¿verdad, hija? Ama, con el frío que hace aquí la ventana es prácticamente un frigorífico. Pues nada, con la masa lista, nos hemos juntado todas en casa de Cristina para empezar con lo nuestro.
Todo lo necesario para las croquetas en la mesa, y al lío.
Cristina ha decidido echarme una mano (dos, mejor dicho) para rebozar las croquetas. Abajo estamos, con las manos en la masa (nunca mejor dicho).
Y el plato se iba llenando de más y más croquetas. Me hacía mucha ilusión este día, y más aún tras haber pasado tres días estresada preparando una presentación oral que era la nota final de esa asignatura. Tocaba recompensa por esos tres días.
Las croquetas, las torrijas y el batido también han sido la excusa perfecta para hacer uso de la nueva lista de reproducción que Cristina ha hecho en Spotify, perfecta para nuestros Geputztage, llena de clásicos de la talla de Chayanne. Desde luego, nos hemos echado unas risas.
Así ha quedado el plato.
¡34 croquetas nos han salido! A freírlas se ha dicho. No todas, claro, que solo éramos cuatro.
Mientras Cristina y yo envolvíamos las croquetas, Maialen e Isabel se han encargado de ir haciendo las torrijas.
Y mientras yo freía las croquetas (aquí no se pierde el tiempo, que había hambre), Cristina ha empezado con su batido de fresa. Suerte que no se le ha olvidado ponerle la tapa a la licuadora, porque eso podría haber pintado toda la cocina de rosa. Pero no, por suerte.
Y así de apetitoso ha quedado. Las fresas mutante de Kaufland han resultado estar buenas. Hurray!
Y éste ha sido, meine Damen und Herren, el resultado de nuestro domingo.
Una vez más.
Cristina y yo os despedimos con mucha clase. Oh. Porque nosotras lo valemos.
Auf Wiederessen?
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