En un lugar de ensueño...

jueves, 17 de octubre de 2013

A falta de libro, buenas son dos profesoras


¡Mi caja ya está aquí! Hora de escribir. Es increíble la rapidez con la que transcurren los días cuando se es estudiante Erasmus. Casi sin haberme dado cuenta, ha pasado más de un mes desde que llegué y hacen ya unas tres semanas desde que el Vorbereitende Deutschkurse llegó a su fin, que prácticamente fue lo más presente en mis primeras semanas en Heidelberg.

Siento que debo aclarar que se trata de un curso intensivo que combina el aprendizaje del idioma alemán con un primer contacto con la cultura alemana. Lo organiza el Internationales Studienzentrum (ISZ) en conjunto con la propia universidad y tiene como objetivo la preparación previa a la incorporación de todo estudiante de algún programa de movilidad internacional. Es decir, para que se vaya amortiguando el pánico de los estudiantes a cursar la mayoría de las asignaturas de la universidad en alemán, y así no nos estampemos contra la pared al ver que no entendemos ni papa.

Desde el primer momento en que somos admitidos como estudiantes internacionales en Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, se nos informa desde la propia universidad tanto de la oportunidad de matricularnos en el curso como del procedimiento que tenemos que seguir para ello. Aun así, también nos advirtieron de que había un número limitado de plazas. Yo fui espabilada y me apunte al milisegundo de haber recibido la información. Pero todos los años hay gente que no consigue plaza.

También es verdad que es cada uno el que debe valorar si necesitará un mes de preparación o no. Es una decisión personal, pero yo diría que nunca viene mal repasar, que si no se hace nada de idiomas en verano, luego se va perdiendo fluidez y vocabulario. En mi opinión, los 300€ que cuesta se acaban amortizando. Y no digo esto porque quiera vender nada, sino porque yo he notado mejoría en mí.

Antes de comenzar el curso intensivo como tal, todos tuvimos que examinarnos para ver nuestro nivel. El mismo día en que hicimos la prueba de nivel ya sabíamos en qué grupo estaríamos durante las cuatro semanas que duran las clases. Eficiencia alemana lo llaman. Calidad Henkel. Esto en mi universidad digamos que llevaría unos días, así que seguro que decidirían hacer el examen un viernes para tener dos o tres días de margen para corregir cientos de exámenes. Pero en Alemania eso no pasa, la prueba de nivel se hace un miércoles, 4 de septiembre, y se corrigen cientos de exámenes, se organiza a los estudiantes por niveles y se les divide en grupos de 15 personas. Y todo esto en un tiempo récord de 5 horas. Estos profesores o son de otro planeta o tienen Umpa Lumpas debajo de la mesa para que les ayuden. Vale, puede que esté exagerando, pero aquel día fueron muy eficientes.

Aunque por mi parte no tendrían mucho que corregir. Nuestro profesor de alemán del año pasado, sí, nuestro queridísimo Miguelín, nos hizo creer que nos iría bien y que sabíamos más alemán del que pensábamos a base de repetírnoslo casi cada día. Pero me llevé una gran decepción al ver el examen. Así que hice lo que pude y, con lo que no, opté por mi intuición “esto suena bien, pongámoslo, total, no restan puntos por hacerlo mal”. Esa fue mi táctica en ese momento. Resultado, pensamientos como “no tengo ni pajolera idea de alemán” o “el examen me ha salido de chiste”.

Sentí que había metido la pata más que Ana Botella en aquel examen. Aunque en vez de un relaxing cup of café con leche en Plaza Mayor, nos organizaron un lunch para estudiantes, profesores y coordinadores para que nos fuésemos conociendo y aclaráramos nuestras dudas de los primeros días. Hablando con la gente me di cuenta de que no era la única que había tenido esas sensaciones y ese miedo. Pero claro, si uno se pone a pensar con calma, llega a la conclusión de que era normal que el examen tuviera ejercicios cada vez más difíciles si estaba pensado para medir el nivel de todos y cada uno de los alumnos, es decir, seguro que habría algunos pocos con un C1 o un C2. Envidia sana. Yo en ese momento estaba preocupada por no bajar de nivel. Había llegado con casi un año de aprendizaje y partía de un A2, así que como mínimo me tenía que mantener.

Pues nada, me alegro de haber acabado en un grupo de A2 con pinceladas de B1. Esta fue mi clase.



Como veis, en mi clase pasaba algo curioso: teníamos dos profesoras. La primera era Frau Lohmann y la segunda Frau Müller. Las dos eras encantadoras, aunque he de confesar que los primeros días tuve problemas para entender a Frau Lohmann y tiré de smiling and nodding. Comprenderéis que la situación awkward venía sola si te preguntaban algo. Lo curioso es que yo pensaba que los demás le reían los chistes porque los entendían, pero al cabo de una semana descubrí que no era así, que estaban en la misma situación que yo.

Tuve suerte con mi clase, mis compañeros tenían buen nivel y esto ayudó a que todos participáramos en los debates que proponían ambas profesoras. Al principio me costó empezar a hablar. Pero poco a poco lo fui consiguiendo y ahora veo los resultados. Como hace unos días, que conseguí ir a una floristería y comprar una planta para decorar mi habitación hablando en alemán con el dependiente. Incluso le expliqué que tengo alergia al polen y que necesitaría una que no floreciera. Orgullosísima de mi planta que estoy.


Y no teníamos libro como todas las otras clases. Le pregunté a Frau Müller y parece ser que era porque así tenían más flexibilidad de subir el nivel del material. No me quejaré. También hicimos una presentación oral cada uno, varios escritos cada semana y hubo exámenes de todo tipo. La desventaja de tener dos profesoras era que cada una nos mandaba sus deberes, así que solíamos tener el doble de trabajo, y teniendo en cuenta que pasabamos toda la mañana en el curso y a las tardes había muchas cosas que hacer, algunos días no se podía llegar a todo.

A las mañanas había que levantarse temprano para coger el autobús, pero esto no era ningún problema porque el trasporte público es genial en Heidelberg. La gran duda solía ser si quedarnos dando vueltas en él o si bajarnos, ya que la escuela estaba junto al río Neckar y aquí a las mañanas pega un viento que si se compara con lo que se ve por el País Vasco en enero, lo del País Vasco se queda en brisa. Y claro si te acabas de limpiar los dientes, pues ese aire te llega hasta el cerebro. Y eso que estabamos en septiembre. Estoy esperando a invierno para convertirme en atracción turística como la estatua de hielo del Alte Brücke.

Es aquí donde tenían lugar las clases:
  




Aunque las clases no eran lo único que se daban aquí. Antes he mencionado que los 300€ del curso se acaban amortizando. Bien, pues el megadesayuno que nos daban era la crème de la crème. Pero esto lo contaré otra vez, que entre que me enrollo y me voy por las ramas, se me ha acabado el tiempo. Os dejo con las vistas que había desde nuestra clase, como comprobaréis no era tan fácil concentrarse con esto a un giro de cabeza.



Auf wiederschreiben!

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