Cada miembro de un círculo de amistad se resume en ciertas características que lo definen dentro del grupo. En mi caso, una de mis características es que de ninguna manera he sido la fotógrafa del grupo. Nunca. Y a la hora de hacer la maleta para venirme un año entero a Alemania, esta característica tan mía se hizo notar. No se me olvidó la cámara, no. Aunque sí el cable para poder pasar las fotos de la cámara al ordenador. Scheiße. Y aquí me tenéis, esperando a que el dichoso cable llegue entre un mundo de cosas que me ha mandado mi madre.
Está previsto que la caja llegue el viernes. Estoy expectante por hacerme con el cable y empezar a publicar. Y es que no tendría mucho sentido explicar todo lo que me ha pasado este último mes (¿más de un mes ya?) solo con palabras. Necesito imágenes que añadan más de mil más.
Admitámoslo, siempre habrá una persona que tiene como costumbre llevarse su cámara allá donde va, como si de un complemento se tratase, hasta que algún día dicha persona da por hecho que es otra la que siempre se trae su máquina de inmortalizar recuerdos. Conclusión: siempre existe el riesgo de que, por pura presuposición, nadie lleve cámara en un momento digno de ser inmortalizado.
Pues eso, que la cámara es un complemento del que no se puede prescindir en la etapa Erasmus de todo estudiante. Ni el cable del que os hablaba.
Hasta el viernes.
Auf wiederschreiben!
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